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La consabida imposibilidad del amor: su consumación reaviva la falta cuando la recubre, satura el deseo cuando lo colma. El amor en que no tardará esa palabra dicha desde el lugar equivocado, leído por el otro con los ojos equivocados, en llegar a donde ninguno quería llegar. El amor-flechazo que sutura una herida ancestral al momento de clavarse, y la desangra cuando se suelta. El amor al que volvemos pese a todo, sabiéndolo, conociéndolo, porque sin él la vida es un monólogo de palabras que inundan por dentro, un deseo huérfano que no encuentra sutura, una flecha sin destino que no suelta.

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