Del vértigo ontológico. ¿Por qué acecha el vértigo? Porque siempre hay un zarpazo de no-ser que se agazapa tras el flujo de la existencia, dispuesto a ensanchar su fosa. Es parte del juego. El vértigo no está en el vacío, sino en su proximidad, esa mezcla de atracción, parálisis y rechazo que infunde. El sentido de la vida se concentra en la cornisa que da al vacío, la misma cornisa desde la que reabsorbemos el vacío, lo reciclamos como materia prima, urdimos con ella historias con que el mundo se desentiende, por un rato, de la nada. Batallas van y vienen. Más vale ejercitarse en esta plasticidad. Mitad filo, mitad fuelle.