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Anatomía de una caída. Efectos visibles, causas invisibles.


 

La directora francesa Justine Triet, junto a la actriz alemana Sandra Hüller (ambas nacidas en 1978), nos regalan una de las mejores películas de 2023: “Anatomía de una caída”. Como aficionado al cine, es una auténtica gozada experimentar durante dos horas y media una narración visual y oral tan absorbente, dentro de un trabajo coral perfectamente compuesto.

 

Cómo filósofo, me siento interpelado por las preguntas y los matices que plantea la película. La filosofía es, a mi modo de ver, un camino del pensar que no sigue un camino lineal sino en espiral. Esto quiere decir que partimos de una pregunta radical para volver siempre a ella, aunque no de manera circular, sino avanzando en la claridad conceptual. Pero nunca hay una respuesta final, ya que hay algo de imposible en la respuesta, algo que siempre se nos escapa. Lo que plantea la historia es complejo y me sugiere dos preguntas, una sobre la verdad de los hechos y otra sobre la verdad de la pareja.

 

Desde la escolástica hemos aceptado una versión del planteamiento aristotélico de la verdad como adecuación, es decir, como coincidencia de una proposición con un hecho. Si la proposición dice que “Yo estoy escribiendo”, cuando esto coincide con el hecho actual, entonces es verdad, y si no coincide (lo que estoy haciendo no es escribir sino cantar), entonces es falso. Durante la historia, varios personajes plantean problematizaciones de esta formulación. Una sobre el fenómeno mismo de la verdad: “¿Que importa la verdad en la resolución de un juicio?”, dice un abogado, “Lo que importa es en lo que se va a creer.” Es justamente lo que plantea la teoría de la posverdad: no que no exista la verdad, sino que son las consecuencias sobre las creencias de los oyentes del mensaje lo que importa. Incluso la retórica se incluye hoy como un aspecto de la argumentación, como si nuestra capacidad de convencer a los otros tuviera algo que ver con la verdad. Pero la filosofía, desde Sócrates, aparece como una crítica a la retórica, la auténtica enemiga de la verdad.

 

Hay otro aspecto interesante: lo que le dice la agente judicial al niño: “Vas a tener que elegir tú la verdad”. Esto tiene entonces una dimensión no retórica sino ética. Ante la incertidumbre, se requiere una apuesta ética, como decía Pascal con el tema de Dios, o Kant con el tema de la libertad. Esto no quiere decir, como podría interpretarse, que la verdad no exista. Como Sandra, la protagonista, dice en varias ocasiones, no es en la reconstrucción de los hechos pasados donde encontraremos la verdad. Porque cada hecho que se muestra en el juicio es algo que se abstrae de su contexto y del proceso del que forma parte. Una discusión, un hecho del pasado, una conversación son hechos aislados. O aún, peor, son imágenes rígidas, como diría Deleuze (quizás esta es la idea que la directora debe al pensador francés, y aparece en los agradecimientos finales). Sobre todo, si son grabaciones que recogen voces y ruidos. Es decir, sonidos sobre los hechos.

 ¿Y los recuerdos? Los recuerdos sobre los hechos, que son el puente entre lo psíquico y lo físico. Freud nos enseñó, mejor que nadie, que lo psíquico y lo físico son dos dimensiones con lógicas diferentes. Pero cuando un recuerdo se presenta como prueba entonces pretendemos eliminar esta discordancia. ¿Es esto posible? En la película hay dos hechos que son tozudos. Uno es la caída mortal del cuerpo de Samuel. El otro hecho es el acto que le hizo caer. Un hecho invisible al que sigue el otro visible. Este hecho es el que provoca la caída. El error sería sustituirlo por las especulaciones sobre la relación de la pareja y si es más creíble un suicidio o un homicidio. No podemos volver transparentes las causas porque la causa es el acto, que puede ser totalmente irracional, un pasaje al acto de cualquiera de los dos.

 

La segunda pregunta es sobre la pareja, sobre la verdad de la pareja. ¿Cómo entender la dinámica de una pareja, como ver la lógica que hay detrás de su ambivalencia? ¿Puede haber pareja sin sexualidad? ¿Cuánta violencia puede soportar una pareja? Verdad que tiene siempre que ver con la ambivalencia y con la ambigüedad, que nunca es transparente y que siempre presenta muchas aristas.

 

La paradoja entre un análisis absolutamente preciso de los detalles de la caída de un cuerpo y la imposibilidad de reconstruir el acto que provoca esta caída. Los miembros del jurado y todos los implicados en la trama deben elegir una respuesta posible. Y es lo mismo que nos interpela a nosotros, los espectadores.

 

 

 

 

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