Anna María Maiolino: “Hacer arte como quien sirve una mesa” *
1. La disposición en sala es una llave. Esa decisión, nunca inocente, está en la base del armado de esta exhibición antológica que reúne más de 300 obras de Anna María Maiolino, artista nacida en Italia, radicada en los sesenta, con solo dieciocho años, en Brasil. Lo que hoy vemos en el Malba es el resultado de un trabajo-conversación de tres años junto a Paulo Mayada –curador en jefe del Instituto Tomie Ohtake de San Pablo-- para una muestra que se exhibió este año en San Pablo, y ahora, en Buenos Aires. ¿Cómo presentar esta trayectoria de más de cincuenta años? Artista y curador convinieron en que el ejercicio no sería el de una retrospectiva (lineal, cronológica), sino el de una antología o colección a través de capas o círculos concéntricos. Puede que en su versión del Malba, también talle algo de la circulación del propio museo: una línea de escaleras mecánicas que se suceden siempre ascendentes bajo la caparazón vidriada sobre un vacío lateral –una diagonal como una flecha–, propiciando el asombro frente al universo a descubrir. En la pared exterior de la sala, el texto curatorial nos recibe: Esta muestra fue concebida como una espiral.
2. Frente la forma lineal y organizadora de una cronología, entonces, se opta para esta muestra por la vía conceptual y rizomática: una selección de obras, textos, fotos, momentos y acontecimientos que son retomados a lo largo de la obra-vida de Maiolino, como gusta definir su experiencia indiscernible la propia artista. Una y otra vez volverán la curiosidad, el deseo de experimentación, el encuentro con el otro, el goce, la memoria, la naturaleza, la política, la (resistencia a la) violencia. Y atravesando todos ellos, el cuerpo. Un cuerpo que no distingue entre funciones o momentos –el tiempo tampoco es lineal– y abraza, a la vez, a la madre, la artista, la niña, la abuela, la militante, la migrante, la amante. Un cuerpo que se forja a la par de una experiencia que siempre es política. “Soy una y soy muchas, y existo segmentada”. Y si hay registro de la primera persona, no hay búsqueda de una imagen de sí única o idealizada.
3. Maiolino, de ochenta años, no pudo asistir a la inauguración de la muestra en el MALBA. Pero envío una grabación que preparó para proyectar ante los asistentes. La vemos en un cuarto austero con una mesa, un bolígrafo, una par de hojas que leerá en español frente a cámara: un texto que hará las veces de presentación y manifiesto. La obra de Maioilino no puede pensarse sin esa constante reflexión lúcida, sensible y programática. Con voz suave pero firme, explica el sentido de los títulos jocosos Psiuuu y Schhhiiii –respectivamente, de la muestras realizadas en San Pablo y Buenos Aires–. Dos onomatopeyas que tienen la finalidad de llamar la atención, pero que, al igual que muchas de sus obras, también son significantes para abordar su obra. Se puede hablar de una carga performática en Maiolino, un trabajo sobre la materialidad del lenguaje: sus obras, también buscan hacer cosas con palabras. Desde el los jeroglíficos de la serie Marcas de la gota, a las repeticiones de comas de la serie Aleph, organizadas en cuadrículas. En la obra de Maiolino, la repetición acontece hasta que se confirma el error, que es siempre (bien) recibido como parte de la obra.
4. Nacida en Scalea (Calabria), Italia, en 1942, Maiolino tuvo una infancia marcada por la guerra, el hambre y la pobreza. Hasta la adultez, la falta fue el adobo de mis necesidades básicas y anímicas, nunca debidamente satisfechas y llenadas. El problema de la comida, del alimento, y el hambre vuelve cíclicamente en la obra de la artista. Del Happening-instalación Arroz & Feiijao (1979,) en tiempos de censura y represión, a la instalación In Materia, de la serie Tierra Modelada, que se recicla en cada exhibición de Maiolino desde 1994. También retornará como un principio ético: lo que se tiene se comparte. Y trasladado a su vida-obra toda, nunca alejada de lo cotidiano, dirá que se trata de hacer arte como quien sirve la mesa.
5. Digresión o asociación libre. Pienso en otro italiano que hizo un recorrido semejante al de Maiolino: el escritor y psicoanalista Contardo Caligaris (1948-2021). Como Maiolino, Caligaris dejaría Italia para adoptar Brasil como lugar de residencia. En ambos, el desplazamiento como constitutivo de una subjetividad que lidiará con lenguajes, acentos, pérdidas y apropiaciones. Entre sus citas más populares, trascendió –se viralizó en redes– una idea de la felicidad: No quiero ser feliz, quiero tener una vida interesante. Porque, aclara, el sentido de la vida no está “más allá”: es la propia vida concreta. Mi cuerpo –sostiene hoy a los 80 años Maiolino– es el soporte de mi trabajo ya que es parte de la naturaleza real y no se lo puede olvidar.
6. Dice Maiolino que a partir de 1973-1974, con su primer video In-Out (Antropofagia), su producción se divide en dos ejes: por un lado, la propia del taller y sus soportes artesanales (grabados, dibujos, telas, esculturas). Por otro, y totalmente desvinculada de la primera, que realizará a partir del trabajo con “nuevos medios” o medios audiovisuales, los que le aportarán un nuevo alfabeto de imágenes, nuevos paisajes sonoros y un nuevo discurso hecho de imágenes-signos de matriz lúdica y potencial irónico para responder a las ideologías imperantes. Es en torno de estos nuevos lenguajes que aparece la idea de lo amateur. Trabajo con estos soportes como prácticas para la experimentación y movida por un gran deseo de libertad. Los resultados son estratagemas de trabajo o maniobras para la creación que me apartan del eslogan tiránico: el profesional. Usando estos medios me siento especialmente libre, como un amateur –que significa, literalmente, “aquel que ama”–.
7. Maiolino vivió en la Argentina entre 1985 y 1989 junto al artista conceptual Víctor Grippo. En ese momento, fue testigo de la lucha de las Madres de Plaza de Mayo. Era una democracia aún joven y con muchos claroscuros, como recuerda por estos días el film Argentina, 1985. Desde ese tiempo y esa estadía data el deseo de plasmar alguna forma de acción poética y política sobre las Madres. En 1992 realiza los primeros bocetos de la instalación “Las locas - El amor se vuelve revolucionario” que recién en 2022 se concretaría en la muestra de San Pablo, primero, y ahora, en la de Buenos Aires. Alejada del registro más documental que había imaginado en un primer momento, en la sala-instalación que ahora se presenta se reemplazan fotos de los desaparecidos por retratos trabajados en arcilla a partir de pequeños gestos. En lo semejante está lo diferente, dice. Por sobre el de la documentación, el tiempo abre el registro de la evocación.
8. Para alguien que atravesó múltiples desplazamientos y desarraigos, no resulta extraño que se recurra a los mapas como un modo de registro, una herramienta para reconocer itinerarios, zonas, límites. Sin embargo, el trabajo que Maiolino hará con la cartografía no será el de los mapas civilizatorios, si no, más bien, un ejercicio analítico y paradójico. Se trata de otras cartografías que habrán de mapear territorios emocionales y afectivos, más o menos subjetivos, más o menos caprichosos. Sobre su serie de Mapas Mentales, dice Othake que registran impermanencias de una existencia ambivalente, que no se deja resumir por el saber racionalista y tecnocrático. En ese sentido, en la vida-obra de Maiolino, la familia puede ameritar un mapa, un tablero/juego, tanto como un dibujo o una foto. Todos esos registros son plausibles, conceptuales, necesarios, y complementarios.
9. Tierra modelada es una gran instalación que acompaña cada muestra de Maiolino desde 1994. (Tuvo una gran versión en la Documenta XIII, con el nombre de Aquí y Allá.) Suerte de muestra dentro de la muestra, site-specific o work in progress, compone una escena como si se tratara de un escenario teatral. Recubiertas por cientos o miles de pequeños bloques de arcilla comprimidos manualmente, las paredes del espacio expositivo dejan de ser soporte para tornarse una especie de piel, con sus accidentes, texturas, fisuras y relieves. La tres paredes que la enmarcan se preparan con una trama de alambre en la que se insertan pequeñas masas de arcilla configurando dibujos que podrían resonar con cartografías de geografías inexistentes. Sobre una mesa larga, la arcilla modela alimentos de diferentes formas: una mesa nutrida. En la cuarta pared, abierta, quedamos nosotros: los visitantes, la sociedad, la cultura antes de servirse, del reparto. La mano que da forma a la arcilla como gesto atávico que nos conecta con los albores de la humanidad. La arcilla y el cuerpo se tornan UNO en la intimidad de la obra. Yo soy arcilla.
10. La muestra de Maiolino despliega un llamativo recorrido de vitalidad, poesía, potencia, materia. En sus diferentes épocas-registros-lenguajes, hallamos hilos conectores de una obra-vida siempre en construcción; una mujer-artista que se sorprende, se redefine, que aprende del error, incorporándolo a la trama, haciendo sentido en círculos concéntricos. Tras recorrerla, nos queda, además, la invitación a pensar la (propia) vida como un laberinto. Sensible, lúdica y honesta, interpela, generosa, nuestras fibras íntimas: el registro de la memoria, las identidades (múltiples, incompletas o fragmentadas), y una cultura que nunca puede ser tal sin el registro del otro.
Natalia Ginzburg
* Las citas incluidas en la nota en bastardilla corresponden al catálogo de la muestra Anna Maria Maiolino SCHHHIII... Exposición originalmente organizada por el Instituto Tomie Ohtake (mayo-junio 2022, San Pablo, Brasil). La muestra podrá visitarse en el MALBA (Buenos Aires) hasta febrero de 2023.