“¡Arriba los histéricos!”
Lo dice Constanza Opazo (Santiago, 1994), autora de la novela Frases subsidiarias (Saposcat, 2024). Es su primer libro. Un libro maravilloso e intrincado, como ha dicho Roberto Merino. Está compuesto con una retórica fragmentaria que intenta entender el mundo. Si se pudiese calificar diríamos que se encuentra en el género de la “autobiografía psíquica”. Bajo el efecto de toda una serie de espejismos, la Opazo pasea con una velocidad mental vertiginosa entre el psicoanálisis, Fernando Pessoa, el presente y un punto en el pasado.
Lectora de psicoanálisis, obsesionada con el escritor portugués Fernando Pessoa, Frases subsidiarias es tu primer libro, ¿cómo nace?, ¿cuál es el derrotero de esta publicación?
Comenzó como tesis de mi carrera, Literatura Creativa, que estaba pensada como una crónica de viaje a Lisboa, Portugal, en búsqueda de Fernando Pessoa, pero la llegada de la pandemia lo truncó. Fue mi profesor guía, Rodrigo Rojas, quien sabía de mis inclinaciones psicoanalíticas y, leyendo mis textos, me sugirió que siguiera el camino de Pessoa y su autoanálisis. Así, el viaje cambia de uno físico a uno interior, partiendo de la premisa de que nadie viaja a otro destino que no sea a sí mismo. Sabía que esto podía ser un laberinto, me estaba metiendo con Fernando Pessoa y con el psicoanálisis, ¿qué podría salir mal?
¿En qué época fue esto?
El libro aparece en el contexto pandémico. Mis padres, ya mayores, quedaron en Santiago y yo, con una enfermedad autoinmune (lupus) decido irme. Sentí mucho temor, pensaba que me iba a morir y me aislé en Casablanca. Allí generé una especie de burbuja. Así que este libro nace de las conversaciones conmigo misma a partir del psicoanálisis y de las conversaciones que mantuve con mi interlocutor, o interlocutores: Fernando Pessoa y sus distintos heterónimos. Sin querer queriendo yo también me hice de heterónimos, o distintas voces, que dialogaron a su vez con diversos heterónimos de Pessoa. De ahí mi voz histérica, Anna O, como la paciente con la que Freud comienza sus estudios sobre la histeria, o mi voz más depresiva, Jenny Wren, como el personaje de Nuestro común amigo de Dickens y protagonista de mi canción favorita de Paul McCartney.
Frases subsidiarias nos sitúa inmediatamente en una coyuntura: literatura y psicoanálisis. Roberto Merino, quien escribe la contratapa de tu libro, observa que el género autobiográfico puede usar el modelo psicoanalítico como espejo o espejismo. Inscribe tu libro en una serie donde La consciencia de Zeno de Italo Svevo haría de referencia. ¿Frases subsidiarias es un autoanálisis?
Para contestarte eso me gustaría comenzar leyendo el epígrafe de mi libro, una cita de Jacques Lacan: “No hay autoanálisis, ni siquiera cuando se imaginen que lo hay”. Coloco la cita porque soy consciente de que este ejercicio analítico en el que me sumerjo es posible en el espacio de la literatura, espacio en blanco que puede ser rellenado. Considero que el autoanálisis es posible con sus limitaciones. No hay que olvidar (pecando de reduccionista) que se supone que, entre tantas cosas, la “cura” en el psicoanálisis pasa por la relación de transferencia que se genera entre paciente y analista. Claramente eso no está presente en el autoanálisis, lo que no excluye que yo pueda advertir ciertas características que cobran sentido para mí bajo el lente psicoanalítico.
¿En qué sentido?
Para mí, este libro es sumamente honesto, íntimo y termina siendo una especie de reivindicación de la histeria. Es cierto que es un libro de autoanálisis, pero debo admitir que mis primeros acercamientos a estos preceptos psicoanalíticos fue a través de terceras personas. La primera persona que me dijo que yo era histérica fue un profesor preuniversitario, quien me envió El dolor de la histeria de Juan David Nasio, a partir de una relación muy neurótica que manteníamos. Al mismo tiempo, mi vecino/amigo analista, debido a ciertas características que veía en mí y a propósito de mis dolencias, me decía Anna O. Ahora, lejos de renegar de esto, más bien decido abrazar mis somatizaciones, esto vergonzoso de la teatralidad, de lo sufrido histérico. Reconozco esto en mí y cómo constituye una explicación a mis dolencias. Reparo en cómo en ocasiones este espíritu histérico aparece con más o menos frecuencia y hago de esto un heterónimo muy cercano, mi semi-heterónimo, como diría Fernando Pessoa. En este libro junto mis dos obsesiones: el psicoanálisis y Fernando Pessoa. Al mismo tiempo intento reivindicar a los histéricos por sobre los obsesivos y hago de esto una verdadera lucha por quién es más cool. ¡Arriba los histéricos! He de agregar que ciertamente vengo de una historia infantil/familiar particular, así como de una iglesia evangélica que me hizo más histérica todavía. En fin, antes de que llegara el concepto de histeria a mi vida, el psicoanálisis, o como se le quiera ver, no entendía por qué mis malestares emocionales se veían acompañados de malestares físicos, con ganas de vomitar o urticarias nerviosas, por ejemplo, muy en el estilo de Anna O con el brazo paralizado. Entonces sí, considerando las limitaciones que el autoanálisis tiene, y con la humildad que me supone la disciplina, este libro es un autoanálisis, o eso intenta al menos.
Mientras leía, no pude dejar de pensar si el personaje del amigo psicoanalista existía realmente, o si era una excusa, una ficción para poder asociar libremente e iniciar un autoanálisis.
El analista existe, es real. El otro día fui a verlo a su consulta y pude recostarme en el diván que antes era un colchón en el suelo, así que me saqué una foto. Es cierto que existe, y no solo existe, sino que también es una especie de figura de autoridad psicoanalítica a la que recurro muchas veces, además de ser un personaje crucial en la novela. Fue mi amigo analista, quien me puso Anna O, quien me analizó, y quien ahora analizaba a mi pareja. Lo que deriva en varias fantasías neuróticas mías, también expresadas en alguno que otro fragmento del libro.
¿Qué puedes decir de la relación entre psicoanálisis y literatura?
No puedo sino hablar, en primerísimo lugar, del aporte de Lacan; además de las fases (la especular, en este caso que es la que más nos convoca), es importante mencionar su aporte con respecto al lenguaje.
¿Cómo es eso?
Lacan advierte la importancia del lenguaje para el inconsciente y la entrada al orden simbólico a partir de él. También la importancia de la palabra o el lenguaje en la construcción de la psique humana. Es a partir de eso que generamos diversas relaciones inconscientes. Además, en la novela, y a propósito de Lacan, por una cuestión de simplificación, decidí considerar un puro “otro” o, más bien, asumí al “otro” y el “Otro” como lo mismo. Me perdonarán los puristas, pero como esto no era un artículo científico… Lo relevante es la implicancia que el otro tiene en la configuración del yo propio. En mi caso un otro evangélico, un otro Pessoa, un otro madre que me repetía de niña que yo era floja como mi padre, etc. La importancia del significante, de la palabra. “Pessoa” en su idioma, el portugués significa “personas”. Fernando se llamaba, en rigor, Fernando “Personas”. ¿Eso es coincidencia? ¿Ohasta ahí se puede rastrear su inclinación a los heterónimos? No estoy segura. Pero bueno, es a partir de eso que hago especulaciones sobre algunos nombres y cómo estos resultan condicionantes del yo. Así que el psicoanálisis, o el análisis es un temazo de manera amplia en el mundo de la literatura que pienso debiese explorarse porque es inagotable.
Hay quienes plantean que lo que vincula el psicoanálisis y la literatura es la noción de lectura. ¿Te hace sentido esto?
Se nos enseñó en la academia literaria el psicoanálisis como una teoría literaria. Siempre bajo la premisa de que analizar al autor o al personaje o lo que sea, es imposible, por lo que lo que se analiza es el texto. Se interroga lo que esconde el texto. En parte es por eso que al final del libro incluyo un glosario que hace juego con el contenido latente y manifiesto del libro. Sin embargo, yo considero que la literatura y el psicoanálisis están unidos siempre ¿Qué los une? La presencia de un otro, que es un otro lector.
¿Cómo así?
Un lector que continúa con el análisis en la medida en que realiza su lectura y realiza sus propias lecturas del texto. Por otro lado, es propio del ser humano analizar a los otros, diversas situaciones, a uno mismo. Querer encontrar respuestas. La literatura es una manifestación de esa intención. El psicoanálisis es la psicología del por qué y es sumamente humano preguntarse por qué, sobre todo cuando se sufre.
Tú libro está compuesto por fragmentos, por paisajes de pensamientos que comienzan, pero no terminan, que no llegan a hacer forma, o que hacen forma y luego se desvanecen. Mi impresión es que está muy bien descrita la evanescencia del yo, su carácter ilusorio o ficcional.
Yo hablo mucho con mi cabeza, constantemente, y eso, también tomándome de las palabras de Roberto Merino en la contratapa, hace referencia al formato de la novela, sus fragmentos. Esto escapa de una cuestión puramente estética y responde al funcionamiento de mi mente, que es como un caleidoscopio. Sin dejar de pensar en un tema, eso me lleva a recordar otra cosa y a desarrollar esa idea, de la cual se desprende otra, y luego me devuelvo a la idea inicial, que se conecta con la intermedia, y vuelvo al comienzo y así. Un poco lo que le pasaba a Fernando Pessoa, cuestión con la que también me identifiqué y de donde se desprende el nombre del libro, Frases subsidiarias. Luego de una pelea bastante histérica que mantuve imaginariamente con Pessoa (como buena relación neurótica), de envidiosa, porque sentía que él podía escribir y yo no, y que lo podía hacer justamente porque lo hacía bajo otros yoes que no eran el suyo, me encuentro con un texto que yo misma compartí en Facebook, en el que Pessoa reclamaba solo poder escribir fragmentos, así como yo. Como buena relación neurótica, luego de eso nos reconciliamos.
En el tú libro, también hay heterónimos como Constanza O o Anna O(pazo) en alusión a Anna O la paciente de Freud, quienes establecen un diálogo constante con el psicoanálisis y con Pessoa. ¿Cuándo nace esta obsesión por Pessoa?
Yo, desde mi espíritu pessoano, y ya involucrada en el psicoanálisis, quería saber identificar cuál era la vida que imaginaba que tenía y cuál era la verdadera. Hay un poema de Pessoa que lo manifiesta perfecto. Se titula “Tengo tanto sentimiento”: “Tengo tanto sentimiento / que es frecuente persuadirme / de que soy sentimental, / mas reconozco, al medirme, / que todo esto es pensamiento / que yo no sentí al final. / Tenemos, quienes vivimos, / una vida que es vivida / y otra vida que es pensada, / y la única en que existimos / es la que está dividida / entre la cierta y la errada. / Mas a cuál de verdadera / o errada el nombre conviene / nadie lo sabrá explicar; / y vivimos de manera / que la vida que uno tiene / es la que él se ha de pensar”.
Entre la vida que se vive y la que se piensa…
Sí, esa necesidad de saber cuál es la vida que yo imagino y cuál la que vivo es una de las tantas cosas que me identifican con Pessoa. Esa historia que todos nos contamos sobre nuestra propia historia. En este sentido, veo a la literatura como el espacio en que se da el análisis y, por qué no, el autoanálisis. Mi identificación con Pessoa, en ese sentido, también pasa por su característica principal: tenía muchos yoes. O así lo leí yo. Pessoa se caracterizaba por su heteronimia, cuestión que es un poco más profunda que el uso de pseudónimos literarios.
¿Por qué?
Es que eran verdaderas personalidades literarias, no solo con nombres distintos, prosa y estilos diferentes, sino que ideologías diferentes, incluso los hacía discutir entre ellos. Quise seguir sus pasos y a uno de sus heterónimos en particular, Faustino Antunes. El psiquiatra que se inventó, que enviaba cartas a sus conocidos para recaudar información de Pessoa más objetiva y así embarcarse en el camino del autoanálisis. Quisiera agregar que Pessoa se admitía abiertamente histérico, y que fue en ese diagnóstico en donde encontró la explicación a la necesidad de su creación de muchos yoes.
Como tus heterónimos …
Claro, Anna O, Constanza Opazo, Jenny Wren. Además, las contradicciones me encantan. Pessoa era un existencialista psicoanalítico nihilista. ¿Se puede ser todo eso aunque todo eso suponga contradicción? Uno no tiene por qué estar de acuerdo consigo mismo siempre. Esa es la gracia. La histeria, desde el dolor, incluso desde ese mismo dolor de no estar de acuerdo con uno mismo, es bonita. El histérico sufre y sufre no solo en lo físico. Hay algo en la exageración, en la teatralidad, en la búsqueda inconsciente de que lo miren. Yo ya no reniego de eso. Uno se ve después y dice: “chuta, qué vergüenza”. Pero ¿hasta cuándo me voy a castigar? ¿Hasta cuándo voy a sentir culpa por ser histérica? Fernando Pessoa era orgullosamente histero-neurasténico. Algo así como neurosis de chico, neurosis de grande. Incluso encontró en la histeria la explicación a sus heterónimos.
Frases subsidiarias
Constanza Opazo Vargas
Saposcat, 2024.
Disponible en librerías y en Saposcat.cl