Borradura y La oficina de la nada: vértices de un recorrido por papeles, voces e imágenes
A continuación, voy a hacer un breve recorrido por algunos aspectos del libro La oficina de la nada. Poéticas negativas contemporáneas (Siruela, 2022) de Felipe Cussen y del video Borradura de Carlos Soto Román, Bárbara Oettinger y Camila Estrella, poniendo atención en el asunto de la borradura y marcando los vértices de este relato con distintos casos y ejemplos que me surgen a la hora de tender un puente entre ambas obras.
“Se deben crear las condiciones en que una determinada ausencia pueda ser percibida, del mismo modo que un marco solitario nos permite descubrir la ausencia de un cuadro” para que la nada se advierta, nos dice Felipe Cussen en los pasajes iniciales de su libro. Así, a través de fotografías desvanecidas del papel, imágenes en falta en la página de un diario o revista, y cuerpos y existencias sustraídas instantáneamente del mundo de los vivos, todos estos espacios dejan un margen que aprecia las faltas. A partir de dichos vacíos, rezan los vértices que siguen a continuación:
Primer vértice: En el caso de las tachaduras gráficas, artísticas, visuales –que se expresan tanto en el video de Carlos, Bárbara y Camila como en el libro de Felipe– hay un relevo, un nuevo lugar del material que ha sido ultrajado, intervenido, barrido y vuelto restos. Por ejemplo, en la obra de Robert Rauschenberg que se menciona en el libro de Cussen, el artista intervino un dibujo de su colega Willem de Kooning, suprimiendo el contenido de una obra que este último le facilitó de manera consciente para ser borrada. Al momento de decidir qué dibujo entregar, de Kooning puso especial atención en la cantidad y espesor de sus materiales, para que dicha tarea, de borrar, no fuera precisamente fácil y sencilla de ejecutar por Rauschenberg. Allí, se nos apunta en el libro de Cussen que “no hay auténticas ausencias, sino reemplazos” y que el dibujo de De Kooning había estado allí y de alguna manera todavía lo estaba, bajo su borradura. En palabras de Cussen “uno podría decir que al colocar las palabras bajo una borradura estaría a la vez admitiendo y excluyendo los conceptos en cuestión”.
Conecto esta doble condición con la situación legal de los detenidos desaparecidos, cuyo estatus se encuentra envuelto en tal ambigüedad, que el documento del registro civil los nombra y categoriza como vivos, mientras que tristemente tenemos la certeza de que sus cuerpos y vidas han sido sustraídos para siempre. La filósofa alemana Hito Steyerl compara aquel estado de suspensión con el ejercicio mental ideado por Erwin Schrödinger con su famoso gato imaginario dentro de una caja, al que se le aplica una mezcla mortal de radiación y veneno, ante la cual el felino podía sobrevivir o verse abatido. Para la mecánica cuántica, no hay en realidad un gato que salga triunfal o desfallecido de aquella caja, sino que dos gatos, uno vivo y otro muerto, superpuestos entre sí por el tiempo en que este contenedor se mantenga cerrado y su incógnita abierta. Así, para Steyerl, “tanto una persona desaparecida potencialmente muerta como otra potencialmente viva se encuentran entrelazadas en un paradójico estado cuántico legal”. Al respecto, las palabras tachadas en el video Soto Román, Oettinger y Estrella subyacen al fondo, sin poder ser leídas y encontrándose anuladas, pero inscritas en algún lugar bajo las tintas.
Segundo vértice: La voz de Carlos Soto Román nos dice: “darle al silencio la importancia que se merece. El archivo arde. Un mago ejecuta un curioso gesto con sus manos. Lo que estaba ahí, desaparece. El objeto de este estafador es una ilusión, pero el ilusionismo es un arte que se sustenta en gran medida en ciertos ángulos de la luz”, a la vez que borra, tacha, y ubica franjas de pintura sobre las líneas tipeadas en una sucesión de documentos. Mientras tanto, por fuera de las tomas audiovisuales, me pregunto por los restos, suciedades y texturas que quedan tras cada borradura y su imagen cayendo por gravedad al suelo, acumulándose.
En los años noventa, el artista de origen cubano Félix González Torres se empeñó en formar cerros y acumulaciones de caramelos en rincones de museos y galerías de arte, cuyo peso equivalía a la cifra que tenía el cuerpo de su pareja, Ross Laycock, antes de morir de VIH sida en aquellos años. Cada día, el público sacaba y consumía estos dulces, entendidos como el cuerpo de Ross, y al final de cada jornada su volumen debía ser repuesto, para volver a conformar el peso inicial. El cuerpo desvanecido de Ross Laycock aparecía y desaparecía sucesivamente. Ante ello, viendo el video Borradura, me pregunto por los cerros y acumulaciones matéricas que quedan tras la secuencia audiovisual. Qué podría ser posible de componer con todo ello, porque Carlos Soto Román, Bárbara Oettinger y Camila Estrella no solo nos muestran secciones en falta, tachaduras, elementos superpuestos, sino que también ponen énfasis en las materialidades que comparecen en el papel desde sus manos.
En esa misma línea, Felipe Cussen nos cuenta el caso de A little white shadow, un libro en el que Mary Ruefle realizó un trabajo de escaneo e intervención de la totalidad de sus páginas. De esta manera, dice Felipe, “el efecto es más sorpresivo, pues uno abre un volumen aparentemente muy antiguo (el misterioso original es de 1889) y se encuentra con unas páginas amarillentas cubiertas en gran parte por el corrector que, más que eliminar, ha terminado por realzar la materialidad del volumen original. De ese modo, además, resulta notorio el tiempo, el esfuerzo y las características específicas del acto de la borradura”. Sobre ello, el autor también cita a Cinthya García Leyva, cuando esta caracteriza la dimensión performativa de la acción del borrar: “remover, disolver, erradicar, hacer desaparecer son todos verbos activos, requieren de un sujeto (o de un grupo de ellos) que efectúe la acción”.
Tercer vértice: El disco « echorality » [Silencing Vanessa Place], de Jared Wells que apunta Felipe Cussen, está compuesto únicamente por pausas tomadas entre las grabaciones de lecturas de la poeta. A ello se suma el hecho de que el audio fue inscrito sobre un disco de policarbonato de mala calidad, por lo que a medida que se sucedan sus reproducciones su calidad se irá degradando cada vez más. Dicha acción, de reemplazar el silencio por “ruido blanco” es voluntaria, consciente y activa, siguiendo la performatividad de los verbos de la borradura citados por García Leyva, mencionados más arriba.
En 1983, Eugenio Dittborn publicó La feliz del edén, a partir del registro fotográfico en polaroid de una acción de Carlos Leppe ejecutada dos años antes. En aquel trabajo editorial, Dittborn insertó la fotocopia de la fotocopia de la fotocopia, y así sucesivamente, de una imagen del cuerpo de Leppe y Marcelo Mellado grabándose las palabras “activo” y “pasivo” sobre sus torsos desnudos mediante el abrazo de ambas pieles. El resultado son imágenes en blanco y negro que aparecen y se desvanecen con el pasar de las páginas, quemadas con la luz de la fotocopiadora, disueltas y uncidas en la matriz, al igual que lo que ocurre en el trabajo de Jared Wells sobre Vanessa Place.
Cuarto vértice: El décimo tercer número de la revista ConTacto, abocada a la conservación documental y emitida por el Archivo General de la Nación en Colombia, se refiere a los desafíos que experimentan algunas regiones en dicho país, dadas sus condiciones de temperatura y humedad: Así, se dicta que “La gran mayoría de materiales documentales son sensibles a las altas temperaturas, la temperatura incrementa la velocidad de las reacciones químicas, los pigmentos pierden su coloración, las imágenes fotográficas a color se desvanecen y pueden llegar a desaparecer”. Hace unos años, una amiga camarógrafa me comentaba cómo en las regiones al norte de Colombia existen colectivos que idean maneras de recordar y entender aquellas imágenes destinadas a verse naturalmente desvanecidas.
En 1961, durante el juicio a Eichman, el sobreviviente del Holocausto identificado bajo la sigla Ka-tzetnik 135633, que le fue asignada al momento de ingresar al campo de concentración, debía dar su testimonio tras pasar dos años en Auschwitz, relatando y reviviendo el trauma de aquello y también encarnando las voces de millones de judíos que habían muerto junto a él. La presión y responsabilidad de aquello fue abrumadora, tanto así, que mientras daba su testimonio cayó desmayado en el estrado, incapaz de seguir con su relato. Paradójico resulta que la reacción biológica del sobreviviente, su caída, su silencio, su abismo expuesto, resultara ser una prueba suficiente para el dirimir de quienes ese día fueron asignados a escucharle, devolviéndole al silencio la importancia que se merece.
Vania Montgomery
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