Confesiones de una conjura personal
Matías Rivas es el escritor chileno más romano del que goza la literatura chilena. Y esto no lo digo por el tono latino de su ópera prima, el poemario Aniversario y otros poemas, sino por cómo habla su literatura y se enfrenta a los lectores. Rivas, que comparte con los poetas del siglo de oro la mesura a la hora de hablar de obra, ha publicado Referencias personales, su último libro y el más personal hasta la fecha.
Los pensamientos, ideas y recuerdos puestos por escrito a lo largo de este libro, confirman lo que decía aquel pensador empedernido que fue Joseph Joubert, quien anota en sus Pensées: “Los pensamientos solos, los pensamientos tomados aisladamente, definen a un escritor. Nos permite ver su cabeza y su rostro, por así decirlo; mientras lo demás sólo nos deja ver las manos”. Matías Rivas nos ha permitido ver su rostro. Conversar con él en un lapso de 143 páginas y oír lo que tiene que decir.
El título, que alude a esa parte de los currículums vitae donde el que ofrece sus servicios habla un poco de su persona, deja ver en gran parte de lo que se tratará el libro, cosa que no prepara a los lectores para el calibre de las opiniones del autor. Rivas no está para galimatías ni latas contemporáneas. Lo suyo es la reflexión aguda y breve (no por breve menos contundente). El fragmento, que plaga este libro como en Pascal, Gracián o los textos críticos del mejor Auden, es uno de los grandes logros del texto. De la misma forma, la economía del lenguaje es algo que los lectores agradecemos. Su lucidez crítica, en momentos en los que estamos gobernados por los estultos de la corrección cultural, es un regalo que nos hace recordar que la reflexión, ese vicio del siglo pasado, todavía vive entre nosotros.
En este libro, Rivas se permite la crítica en diferentes grados, pero principalmente la crítica a sí mismo. La defensa de la soledad, o la reflexión frente a la ambigüedad, entre muchos otros temas, invitan a pensar y mirar el presente con nuevas preguntas. Y aunque reflexionar no sea una actividad tan novedosa hoy en día, destacarla y aplaudirla es algo necesario. Sería mentira decir que esto no se extraña en las novedades literarias de todos los meses. ¿O acaso es mucho pedir? Qué diría Tertuliano, que en el siglo II encaró a los filósofos por cometer el crimen mamerto de inventar palabrería que solo ellos entienden.
Referencias Personales es el relato de una vida que desborda literatura. Sin dudas, esta autobiografía oblicua, que se desarrolla entre iluminaciones y memoria es el testimonio de una conjura personal hecha de por vida y ahora confesada en el papel. Cual Lucio Catilina, que en vez de muerto por levantarse en armas, sigue bebiendo aquel vino con sangre reafirmando su fidelidad para con su consigna. Nunca derrotado, aunque vencido muchas veces.
Pero ¿qué nos hace decir tanto de un libro tan breve? Parafraseando una idea del mismo autor, los libros largos son perjudiciales. Ladrillos que atentan contra el tiempo libre y pregoneros del aburrimiento total. Por otro lado, también estorban. El Quijote puede dejarte tonto si te cae en la nuca, o reventarte el dedo chico del pie en un descuido doméstico. En cambio, los libros de lomos exiguos se asemejan más a las cuchillas. Pueden pasar desapercibidos, pero se abren paso si es necesario. Además, y aquí radica su gran valor, pueden servir para realizar diferentes tareas. Herir a la angustia, acompañar largas horas de soledad y, sobre todo, abrir puertas. Una buena cuchilla puede abrir muchas puertas. Para el lector atento, Referencias personales es un título que espera para ser leído y utilizado, no en vano.