El contagioso ritmo. Literatura infantil, de Alejandro Zambra
Tomé el libro con cierta reticencia tras el remezón de literatura en torno a la maternidad, que mucha me devoré al intentar comprender la mía incipiente. Dentro de este abanico, encontré Linea Nigra, de Jazmina Barrera, pareja del autor en cuestión. Un ensayo autobiográfico que narra el embarazo y posterior alumbramiento de la autora. Reticente además por esto, o tal vez ilusa de imaginar este gesto como un pacto entre ambos, de construir una narrativa interna entre sus obras. Como una suerte de espejo de la vida que comparten: Jazmina da a luz, amamanta; Alejandro cría en los intersticios.
La autora narra desde la experiencia perinatal que conversa con otros saberes ligados al tema. La escritura de Barrera transita desde lo íntimo hacia otras voces que se han expresado en torno a lo materno. No es solo la autora madre en su mundo, es cómo este mundo dialoga con el resto. Por su parte, el autor interpela su paternidad por el mismo mundo que él ha estado habitando y creando. La escritura, ahora al compás de la criatura. Las notas del teléfono celular que se convierten en poemas, la reseña que intento escribir a media luz escuchando el ruido blanco que acompaña el sueño de mi hija.
Callar y escuchar otros ritmos. Los de este otro ser y los propios fantasmas. Así, aterrizamos en un nuevo y no tan nuevo imaginario de Zambra, en el que permea esta masculinidad sensible, noventera, del barrio, con chistes inocentes y fútbol. Encontramos guiños de varias de sus obras: la juventud literata de Bonsai, la infancia gris y nostálgica de Formas de volver a casa. La paternidad, ahora buscada, de Poeta Chileno. En Literatura infantil revisitamos a varios personajes y sentires de esas tramas. Se aborda la masculinidad en diferentes posiciones dentro del imaginario del autor. Y ahora con la llegada de Silvestre que remueve todo.
Así comienza este nuevo libro de Alejandro Zambra, describiendo los primeros minutos de vida de Silvestre, mientras lo tiene en sus brazos. Y mientras lo sigue cargando, en diferentes panoramas, comparte una anécdota en la que una editora le aconseja cambiar de género (por el del título del libro), celebran las primeras palabras, y divaga sobre las razones de convertirse en padre. Sobre esto último, me quiero detener.
“Soy incapaz de articular un discurso exclusivamente racional, para salir nada más del paso, con económico cinismo, sería colaborar con ese vacío de conocimiento que todos hemos sentido y padecido y que descorazona y aturde”. (22)
Literatura infantil se puede leer como este relato irracional y acorazonado, incapaz de acogerse a una estructura. Es un gran ensayo íntimo, es un compendio de textos, o es una novela híbrida. Para el caso, da igual. Acá conviven historias del pasado del autor como en Jennifer Zambra, algunos poemas trasnochados, un recado, anécdotas de pandemia y lisérgicas, un cuento, momentos con su padre y ahora con su hijo. “Reescribo ese prólogo, pues, al contagioso ritmo de la mecedora”. (31)
No es solo una revisión de su paternidad, es también sobre ser hijo, hombre, y pertenecer a una generación y cultura determinada. Tanto el autor como los personajes e historias que recorren este libro se insertan en el Chile de los 80-90, su infancia y adolescencia, también con un padre de 40 años en Ciudad de México en la actualidad, que contacta por video llamada a otro padre de 70 en Santiago (que a su vez es el suyo y abuelo de Silvestre) e inventan nuevas historias futuras en las que conviven los tres en un paseo a pescar o vuelven a contar un épico asalto en pleno centro de Santiago. Así, mientras Zambra registra su paternidad, se va encariñando de la escena de sus padres (36).
Detengo la escritura y voy a la pieza de mi hija. Se despierta con un leve llanto al no encontrar el chupete. Se lo pongo, la arropo y la acaricio. Aún me sorprende su existencia. Entiendo el gesto de darle marco, de ficcionalizar la crianza. La irrupción de otro ser en un hogar inaugura un suceso surreal, absurdo, no exento de drama y que remueve e inaugura otros personajes y saca a la palestra a los iniciales. La evolución es tan inmensa que no existe un paraguas más adecuado que la ficción, sea ya de ensayo, cuento o recado como varios de los textos que rondan en este libro.
Literatura infantil como el intento de elaboración de una experiencia inaprensible, en la que las palabras no alcanzan.
Escribir al son de la infancia propia o intentando recuperar esa melodía, alguna nota, un ritmo, tararearla, y ahora encontrar el momento de escritura al ritmo de la infancia incipiente de otro y viceversa: capturar ese ritmo transformador en la vida.
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