El Pararrayos
La historia nos dice que el pararrayos se inventó en 1753, esto gracias a Benjamín Franklin, justamente en pleno siglo XVIII donde la racionalidad, a través del proceso ilustrado, dejaba atrás la vieja concepción providencialista de Dios. Siglo XVIII, en que por primera vez un terremoto es pensado desde la geología más que desde el rezo y donde finalmente se impone la imagen mecánica-teísta del mundo, por sobre el plan divino. Dios podía existir pero el mundo funcionaría bajo sus propios parámetros (por ejemplo el parámetro del vidrio del Papamóvil que es el encargado de detener la bala, liberando a dios de esa labor)
Debió ser una imagen muy fuerte esta del pararrayos para esos hombres que aún venían con resabios medievales. La poética de Keats enfrentaba el misterio y certeza científica, al molestarse con Newton por la descomposición física del arcoiris. Pero es con el parrarayos que por primera vez en la historia, Thor el antiguo dios nórdico del rayo o el mismo Zeus líder del panteón griego, se podían controlar con un simple instrumento humano. El pararrayos fue, quizás sin quererlo, el más simbólico desafío del hombre a la furia de sus dioses. Fue la pluma con que la Ilustración enfrentó al cielo. ¡Sírvete de tu propio entendimiento!
De allí la ironía teológica en el aforismo de Lichtenberg: "Por más que en ellas se predique, las iglesias siguen necesitando pararrayos"
También Herman Melville, en uno de sus cuentos menos conocidos, narra la historia de un vendedor de pararrayos que sale a trabajar los días de tormenta. Así uno de sus posibles clientes, que le escuchaba su extraño ofrecimiento, le contesta indignado al final de su diatriba:
"Mientras retumbe el trueno o a la luz del sol, me pongo con confianza en manos de mi Creador...Pero a pesar de mi tratamiento, y a pesar de mis conversaciones disuasivas con mis vecinos, el vendedor de Pararrayos todavía habita esta tierra; sigue viajando en tiempos de tormenta, y hace abundantes negocios con los miedos del hombre..."
Y esta es sencillamente la metáfora más grande (o triste) del mundo moderno: Donde antes se erguía un altar frente al retumbe de los dioses, hoy se utiliza un instrumento (hasta la literatura necesita instrumentos de medición).
Se pueden retirar todos los dioses, pero "el vendedor de Pararrayos todavía habita esta tierra"