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Francesca Manfredi: “La reserva, como la mentira, representa una libertad”

Francesca Manfredi nació en Reggio Emilia, Italia, en 1988. Se formó en escritura creativa en la Scuola Holden, fundada por Alessandro Baricco. Ha colaborado en la revista Linus y en el Corriere della Sera. Su primer libro, el conjunto de cuentos “Un buon posto dove stare”, ganó el Premio Campiello a la mejor ópera prima de 2017. Un imperio de polvo (L’impero della polvere), publicada en Argentina por Fiordo, es su primera novela. Fue traducida al inglés y al francés. Manfredi vive en Turín y visitó Buenos Aires en septiembre para participar del Filba.


Esta conversación transcurre en dos tiempos y dos espacios: un encuentro literario con Francesca Manfredi al que fui invitada, en el marco del Filba, y una conversación posterior vía correo electrónico.


Un imperio de polvo comienza con la descripción de un dolor, el dolor de la abuela, y enseguida ese dolor se relaciona con el secreto. La abuela dice que cada secreto tiene su lugar, los secretos se esconden, hasta que un día algo te recuerda que siguen ahí. Me gustaría preguntarte si el secreto fue el punto de partida de la historia que contás, o cómo nació.

No fue el punto de partida, pero definitivamente es un elemento que llegó bastante temprano. La primera imagen que tuve fue una casa habitada por tres mujeres, y a partir de ahí comencé a construir los personajes. Sabía que quería hablar de su relación, ponerlas a prueba, obligarlas a enfrentar una situación incómoda. Siempre me han interesado las cosas que se mantienen en silencio como motor para las historias, porque enredan los hilos, hacen todo más complicado y menos predecible. Es interesante ver cómo cada personaje enfrenta e interpreta el secreto, ya sea como una culpa o como una libertad. En este caso pensé: ¿y si cada una de ellas guarda un secreto que siente como una culpa?


Otro elemento que tiene fuerte presencia en el libro, y está enraizado con la culpa, es la sangre. La sangre como rito de paso, la sangre como mal augurio y la sangre como algo que une a las personas, ¿verdad?

Sí, para Valentina la sangre llega como una fatalidad, haciéndola, a su pesar, similar a las mujeres de su familia. Digo a su pesar porque Valentina no vive bien el paso a la edad adulta, el "convertirse en mujer": en parte porque está llena de advertencias, leyendas y miedos, desde la menstruación misma y la sexualidad; en parte porque quizás, en su corazón, Valentina teme convertirse en su madre o en su abuela, quienes la hacen sentir "predestinada". Teme no tener un espacio propio para crear su identidad.


Me resultó muy curioso el concepto de "casa ciega" porque la casa de este tipo de matriarcado es una casa muy "mirada". Todos miran hacia la casa, hablan sobre ella, susurran. Hay algo muy endogámico allí, que, a su vez, despierta curiosidad en los demás. ¿Lo pensaste de esa manera?

Durante mi (hermosa) estancia en Argentina anoté este proverbio: "Pueblo chico, infierno grande". En Italia tenemos un dicho similar, quizás menos poético pero más específico sobre hablar: "El pueblo es pequeño, la gente murmura". El pueblo donde vive Valentina es así, todos se conocen entre sí y el hecho de que tres mujeres, por sí solas, logren sobrevivir, y que los hombres a su alrededor parezcan "tener una vida breve", representa algo extraño, algo sobre lo cual la gente puede especular y hablar mal.


El poder de las palabras aparece como una constante. Lo que se dice de uno, lo que nos cuentan, lo que nosotros decimos: una suerte de red que a medida que se va tejiendo crea una atmósfera, un clima incómodo.

Sí, tiene mucho que ver con lo que mencionaba antes sobre el secreto: si evito revelar algo, algo que valoro mucho y que quizás aún no sé cómo enfrentar, estoy protegiendo esa cosa de las miradas y las palabras de los demás, del juicio. La reserva, al igual que la mentira, también representa una libertad. En las palabras de los demás nunca somos del todo libres, al igual que los demás no lo son en las nuestras, porque reflejan una visión externa, que es, por necesidad, parcial; sin embargo, dependemos de ellas. Lacan reflexionaba sobre la diferencia entre palabras plenas, las que crean un reconocimiento, un vínculo, y palabras vacías, que impiden la comunicación, que crean incomunicación. La relación entre el exterior y el interior de la casa es una relación estéril, interrumpida, hecha de palabras vacías, al igual que la relación entre los padres de Valentina, desgastada por demasiados silencios.


Quiero preguntarte por las desgracias que aparecen en forma de plagas y la casi obvia relación con la religión y la culpa.

Es un capítulo de la Biblia que siempre me ha impactado, por la violencia y la relación con la naturaleza. Lo divino que se manifiesta en forma de animales me recuerda a la mitología griega. El granizo y la invasión incontrolada de insectos y ranas me hacen pensar en nuestros tiempos, en el cambio climático, pero también en la vida en el campo, que conozco, siempre en lucha con la naturaleza: una fuerza poderosa y obstinada, nada fácil de doblegar. Me gustaba usar estos elementos en mi historia y mostrarlos a través de los ojos de una niña, una narradora poco confiable que toma todo como advertencia o represalia, como si dependiera de ella. También me gustaba relacionar el cuerpo adolescente de Valentina con la casa, ambos a merced de eventos incomprensibles.


¿Qué lugar ocupan las creencias en tu escritura?

Un lugar importante, diría. A menudo las uso porque crean conflicto, abren la investigación sobre un espacio de la mente difícil de sondear, a menudo indescifrable, y están arraigadas en el pasado, como una capa que corre bajo tierra, oponiéndose al progreso. En la vida real a menudo me irritan, lo admito, pero en la literatura y en las cosas que escribo me gustan mucho.


La historia que contás podría transcurrir en algún pasado o en el presente, pero se respira en la historia un clima distópico. ¿Fue algo buscado?

No, ¡pero me alegra que el efecto sea ese! Más que en lo distópico, que tiene que ver con el futuro, me basé mucho en la literatura gótica sureña, que a menudo trata de un tiempo inmóvil, un no-tiempo, como si todo permaneciera anclado en un eterno pasado. Soy una gran amante de la literatura del sur de Estados Unidos, así como de la sudamericana, del realismo mágico, de donde tomé inspiración para los elementos sobrenaturales que atraviesan un espacio común, rural. Un imperio de polvo está ambientado en el verano de 1996, pero habla de un pequeño pueblo cristalizado en el tiempo, atravesado por la superstición y la religión, como en las obras de Flannery O'Connor, Eudora Welty o William Faulkner.


¿Cómo surgió la idea del título? La frase está en el libro...

Todo comenzó desde ahí, desde la canción que cito al principio, "Hurt" de Nine Inch Nails. La estaba escuchando (en la versión de Johnny Cash) y esa frase quedó grabada en mi mente. Me evocó la imagen de la que hablaba, el imperio como una casa habitada solo por mujeres. Luego la traduje de manera libre, no literal: polvo como algo invisible pero inevitable, que siempre vuelve.


¿Cómo sos como lectora? ¿Qué estás leyendo en este momento?

¡Soy una lectora compulsiva y muy desordenada! Leo varios libros al mismo tiempo, especialmente mientras escribo, ya que a menudo necesito ideas muy diferentes entre sí. Ahora, un libro que estoy amando es "Weather" de Jenny Offill.


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