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Imaginarios rebeldes: puesta en práctica en Chile de una metodología creativa y solidaria global



Oakland / Chiapas

 

Los movimientos revolucionarios levantan -junto a sus proyectos políticos-, un cuerpo de obras de arte que busca cohesionar la identidad, los valores y los objetivos de esa lucha. Es decir, despliegan dispositivos visuales, sonoros y textuales que activan un imaginario público, tanto a nivel estético como de praxis política.

 

Fue este el caso, por ejemplo, de los Panteras Negras en Estados Unidos, el movimiento de resistencia afro-americano que nació en Oakland, California, a fines de los ‘60. El trabajo encabezado por el Ministro de Cultura del Partido Black Panther, el artista gráfico Emory Douglas, permitió establecer una clara visualidad al servicio de la propaganda: cuerpos negros, uniformes impecables, fondos coloridos y composiciones en base a la fotografía y el collage. Estas imágenes eran parte fundamental de los periódicos impresos que los Panteras hacían circular en las comunidades de California, para promover la autodefensa, los comedores solidarios y la solución a las condiciones indignas de vida de la población afrodescendiente.

 

Décadas después, un poco más al sur del continente, en Chiapas, México, emergería el Zapatismo: movimiento indígena insurrecto que a través de las armas y la palabra, capta la atención mundial desde la madrugada del 1 de enero de 1994.

 

Con una presencia física organizada, un estilo literario inédito en sus  comunicados, y una carácter irreverente-fuertemente enraizado en su cultura-, el Zapatismo desplegó sus elementos estéticos como quien lanza un arma de seducción masiva a escala global: como resultado, lograron que los ojos de México y del mundo se posaran en esa franja de tierra, habitada por indígenas mayas, sometidos por siglos al despojo y al olvido. Por primera vez los indígenas “aparecieron” en los medios de comunicación como gigantes.

 

El carisma del Movimiento Zapatista convocó la presencia de cientos de extranjeros, ONG’s y observadores de DDHH, quien formaron cordones humanitarios para salvaguardar a las comunidades de los ataques del ejército federal y de los paramilitares. La originalidad estética del Zapatismo no sólo es un vehículo para promover su causa, sino un vector estratégico para consolidar la resistencia territorial. 

 

Convocados también por todo aquello, en el año 2008 llegaron a vivir a Chiapas dos artistas estadounidenses: Mia Eve Rollow y Caleb Duarte.

 

La dupla abriría el primer centro de residencias artísticas en San Cristóbal de las Casas, EDELO; y un buen día de 2012, invitarían a Emory Douglas a trabajar en territorio zapatista.

 

Principalmente, el proceso consistió en visitar el territorio y tejer redes de confianza con artistas del movimiento para crear obras que combinaran los imaginarios Black Panther y Zapatista: nació así el proyecto Zapantera Negra. De acuerdo a las propias palabras de Mia:

 

Zapantera Negra reunió los resultados visuales de cuatro encuentros, comenzando en 2012 y hasta el 2016, entre los Black Panther y los Zapatistas y guiados por las obras y presencia de Emory Douglas y nosotros, así como por educadores y artistas invitados, además de colectivos de bordado de mujeres zapatistas y pintores zapatistas, para crear nuevas obras que reflejaran y celebraran estos dos movimientos poderosos. Desde intervenciones públicas, instalaciones, videoarte, performance, pintura mural, conferencias, Zapantera Negra despliega una colección de obras encendidas colectivamente por el impulso y la necesidad de protestar y crear.

 

Los movimientos de la Pantera Negra y Zapatista ocurrieron en distintos ámbitos culturales, políticos y medios históricos; sin embargo, los dos comparten una apreciación común del poder de la imagen y la palabra escrita para construir sus respectivos movimientos sociales como experiencias colectivas, transformadoras y públicas. En tiempos de mucha fiebre revolucionaria y desigualdad económica, sentimos que es importante compartir lo que el arte puede y ha hecho para crear un cambio y así romper la noción de normalidad”[1].

 

Pero hay que señalar que estas piezas han alcanzado el reconocimiento del campo del arte contemporáneo: algunas de estas obras ingresaron recientemente a la Colección del Museo Reina Sofía y otras, estuvieron hace poco expuestas en “Revueltas Gráficas” en Santiago de Chile.

 

Zapantera Negra es entonces un proyecto que reúne los marcos ideológicos y estéticos de los Zapatistas y los Panteras Negras. Dice Mia: “Debemos reconocer que el neoliberalismo es una lucha del colonialismo contra la sabiduría de la tierra y de los indígenas. Ambos movimientos tenían un sueño, tenían ojos que podían ver un mundo mejor, ¿no es este el papel del arte revolucionario en tiempos de angustia?”.
 

Wallmapu.

 

Mia Eve Rollow aterrizó en Chile en el último trimestre del 2023, incentivada por mí para aplicar el proceso Zapantera en territorio mapuche.

 

Esto quiere decir, en pocas palabras, cruzar imaginarios de contextos de rebeldía- actualmente en curso en distintos puntos del planeta-, integrándolos en una conversación de imágenes. Es la metodología que Mia y Caleb han seguido desarrollando en zonas de conflicto como en Cisjordania, Tijuana, Dakar, etc. Cuando ellos se integran a las comunidades y dinamizan su propio auto –reconocimiento estético, se ponen además al servicio de la producción de obra conjunta, facilitando la convergencia de diferentes técnicas y disciplinas plásticas. 

 

De esta manera, ejecutan en la práctica lo que Enrique Dussel denominó “Estética Obedencial”[2], que es ni más ni menos que el artista puesto al servicio del pueblo, representando lo que la comunidad decide y cuándo y donde ésta lo plantea como necesario.

 

En la caso de Tirúa[3], donde estuvo Mia viviendo por al menos 6 meses, la comunidad formuló el deseo de contar con murales en sus paraderos de buses interurbanos. Durante una parte de ese proceso, la acompañaron también muralistas latinoamericanos que ella invitó a venir. Entonces, las historias de cada reivindicación y sus correspondientes imágenes se acoplaron, tejiendo una unidad simbólica.

 

Cuando los artistas se dan el tiempo de conocer y empaparse de una territorialidad en una actitud generosa y en una disposición horizontal, el discurso del arte consigue inspirar procesos políticos concretos: la obra se coloca a sí misma en un sustrato material que recoge los diálogos para impulsarlos hacia otras posibilidades. Del resultado artístico de estos procesos, es decir, de la obra como obra de arte (antes de volverse la siguiente iconografía visual para la pedagogía y la propaganda), se sugieren respuestas que resuelven creativamente las contradicciones en el caminar de las luchas. Esto, porque abren las posibilidades de enriquecer el imaginario político colectivo al entrecruzar tácticas y estrategias al tiempo que enriquecen el sentido solidario e internacionalista de los movimientos sociales.



 

 

 

 


[1] El estudio de las estética y la poética en el zapatismo ha sido desarrollado recientemente por investigadores como Francisco de Parres Gómez, Alessandro Zagato y yo misma y se encuentran en diversas publicaciones bajo autoria de GIAP y COTRIC.

[2]  Extracto de la charla que Mia Eve Rollow dio en La Habana, Cuba, en el contexto de la exposición “Un mundo donde quepan muchos mundos” de arte zapatista, cuyos curadores fueron Francisco de Parres, Carolina Diaz, Alessandro Zagato y yo. Sept. De 2017.

[3] “Siete hipótesis para una Estética de la Liberación” en Para una Estética de la Liberación Decolonial. Ed. del Lirio, México, 2020.  Dussel desarrolló sus ideas estéticas en los últimos años de vida e inspirado en gran medida por la experiencia de los artistas extranjeros que visitan los Caracoles Zapatistas y que fueron narradas por GIAP.

[4] Tirúa es un poblado en la costa de la región del Bio Bio, conocida por ser una de las zonas “calientes” en la resistencia mapuche contra el Estado chileno. 

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