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Juan Casamayor: La relación con un autor es de intimidad


De paso por Chile durante el mes de agosto, el editor de Páginas de Espuma, Juan Casamayor se extiende en esta entrevista sobre el oficio de la edición, la cadena del libro y la riqueza del cuento o novela corta como género literario. Editor como más de 25 años de experiencia, un catálogo compuesto por autores clásicos y contemporáneos, Juan Casamayor nos hace visitar esa delicada labor que impulsa el viaje desde el manuscrito del escritor al libro que recibe en sus manos el lector: “Creo que en cuanto más cerca estás de un autor o una autora, mejor podrás editar su texto, porque toda escritura es de alguna forma mentir con la verdad”.



¿Cómo fue la creación de la editorial Páginas de Espuma? Nace en 1999 y tiene una particularidad, algo poco común, una militancia por el género del cuento. ¿A qué se debe?

Primero hay que partir de un concepto que yo intuí en un principio de mi trabajo como editor, y que se ha ido consolidando a lo largo de estos 25 años de editorial, y alguno más antes con otras editoriales, que ante todo un editor ha de ser un lector apasionado de aquello que hace, aquello que edita, aquello que tiene que leer desde otra mirada. Tiene que ser un apasionado lector de lo que tiene que alumbrar y de que ese manuscrito se acabe convirtiendo en libro o participando en el grado que necesite el texto.


Porque no hay que olvidar que los escritores escriben manuscritos y los lectores leen libros, y ahí hay todo un viaje, donde un editor literario comprometido, con cierta formación y con cierta experiencia que procede del umbral de corrección de otros escritores y escritoras lo que hace que ese viaje.


¿Cómo es eso?

Todo ese ámbito de lectura que forman a Juan en los años 80 y 90, porque ya empiezo a acumular años, lo que más me gustaba de leer era el cuento, o sea el género de narrativa breve, esa flexibilidad que tiene la narrativa breve, para denominarse también formas breves, en donde podemos coquetear me es apasionante.

De hecho, el catálogo ha evolucionado hacia esas formas breves que van desde una palabra que es casi prohibida en Páginas de Espuma que es “novela corta”. Hay libros de cuento que son realmente casi novela -como son esos libros de cuentos- donde cada cuento es autónomo, pero que pierden su independencia en la mirada orgánica que tiene a veces un autor o una autora a la hora de construir ciertas conexiones, subterráneos en un texto. Hay libros muy poéticos, simbólico o intimistas que publica Paginas de Espuma. Yo como lector y con cierta experiencia de editorial ajena, digo “no entiendo por qué hay editoriales especializadas en poesía, las hay en teatro, las hay en otros géneros”.


¿Y el cuento?

El cuento tenía un pasado literario extraordinario, y entonces por qué había editoriales especializadas en ámbitos un poco comprometidos comercialmente y no las había en el cuento. Ahí junto con Encarnación Molina, la otra cofundadora y editora de Paginas de Espuma decidimos que hay espacio para intervenir el mercado editorial, apostando por el género del cuento. Además, eso está respaldado por dos razones, una histórica, ya que creo que el cuento en español en toda la cartografía de literatura en español, y tenemos un pasado en el siglo XX rico, o sea podríamos pensar un canon. Es verdad que el canon es muy masculino y que ahora estamos cuestionando ese canon. Y eso está muy bien.


Ha tenido su efecto.

En ese momento mucha gente nos dijo que estábamos absolutamente locos, que la editorial no iba a ser viable, y 25 años después creo que la elección de trabajar en un área tan fértil literariamente y con los cambios que ha habido estos 25 años, da como resultado un crecimiento sostenido de lectores de cuentos que ha hecho que el catálogo de Páginas de Espuma sea muy viable. Nos va muy bien. Y eso tiene que ver porque no hay otra editorial en estos momentos en español que sea similar a Páginas de Espumas.

Las orillas de la editorial no geográficas, sino simbólicas se han abierto mucho en una colaboración entre los clásicos y los contemporáneos y dentro de los contemporáneos, autores jóvenes que están empezando y otros que van teniendo su consagración.


¿Qué encuentran en Páginas de Espuma?

Hay un proceso que va desde trabajar el texto hasta la comercialización que yo no veo en una editorial grande. No lo tienen en cuenta, y la verdad que, pasados estos 25 años, pues bueno, creo que esa locura, pero que en el fondo más que locura fue una lectura que ha dado resultados, por lo menos más aciertos que errores, sino tu y yo no estaríamos hablando ahora.


Uno dice que la obra de un editor es su catálogo. ¿Cómo se construye un catálogo?, ¿cuál es su importancia?  

Esa es una idea de Manuel Borrazás, el editor de Pretextos, que dice que el único libro que debería estar permitido para escribir a un editor es su propio catálogo. Y la construcción de un catálogo es un trabajo de día a día, o sea un catálogo no solo se construye con la elección de ciertos títulos que se van complementando y van creando un dialogo y una conversación. A mí me interesa mucho que mis libros dialoguen entre sí, así como que cualquier acción que se realice en una editorial que por pequeñita que sea: un club de lectura, una campaña de prensa con un libro, un impulso especial con una serie de títulos, que todo eso de alguna incide en la creación de un catálogo.

El catálogo por un lado es también crear una marca editorial, de tal forma que al lector le interese un catálogo, aunque no conozca la autoría, es decir: me fío de este catálogo. Ese es un proceso de concepto que tarda años de conseguirse y los lectores esperan que cuando deciden comprar, leer un libro tuyo, salgan de ese viaje de lectura y salgan contentos, pero más allá de ese trabajo diario que en Páginas de Espuma es muy intenso precisamente por esa naturaleza que te decía, tenemos autores muy importantes de Newman a Volpi, de Abad a Guadalupe Nettel. Son autores que requieren una gran infraestructura, son autores con trayectoria, pero ahora los más jóvenes, como María Fernanda Ampuero, Mónica Ojeda, Liliana Colanzi, nos están exigiendo un trabajo muy grande también, y todo ese trabajo de catálogo que hacemos tiene una naturaleza también que no se puede traicionar.


¿A qué te refieres?


En Páginas de Espuma lo hemos hecho desde una coherencia editorial, o sea nosotros decidimos desde un principio trabajar o apostar por la narrativa breve, y no nos hemos movido esencialmente en ese tronco. Tiene sus ramas y sus puntos de inflexión, una de las más importantes fue en el año 2008 cuando empezamos a publicar clásicos. Tanto a autoras como autores de gran relevancia o protagonismos importantes, sus cuentos completos normalmente, salvo algún caso muy excepcional con nuevas traducciones y una nueva ordenación cronológica. A mí esa línea me interesó mucho para dotar al lector en español de una bibliografía clásica que no existía, por ejemplo, hasta que no se hizo no teníamos los cuentos completos de Chéjov, o sea los cuentos completos de Chéjov son más de 4500 páginas en 4 tomos desde el ruso. Esa es la catedral de la editorial, pero, claro, tampoco poseíamos por ejemplo los cuentos de Pessoa. Eso no lo teníamos.


Esto ha sido una fuente importante de visibilidad, y aquí habla Juan el Fenicio, del dinero muy bueno para Página de Espuma, pero aquí me matarían mis compañeros de editorial, porque a mí lo que más me interesa es el compromiso con aquí y el ahora, o sea con los escritores y escritoras contemporáneas. Eso es lo que más me interesa, sobre todo porque con ellos, no es que no lo haga con los traductores, pero con los escritores actuales, sí es lo que se da el campo de juego donde yo más me defino como editor, que es en la lectura y ese maravilloso umbral que puede ser más breve o largo, donde quien escribe y quien edita intenta mejorar el texto a través de una buena lectura, de buen razonamiento y de sugerencias y modificaciones.  


Me gusta pensar la relación entre autor y editor como “transferencia”. Transferencia de amor, de trabajo, o negativa, puede haber bache, resistencias, etc. No es sencillo el trabajo con autores.

Sí, es verdad. En una cena hace muchísimos años con Juan Villoro, que es un buen amigo, me decía que ser editor es ser gestor de egos ajenos, y es verdad que cuando tienes un catalogo que va aumentando en nombres y apellidos, vas incrementando en el fondo a personas, y estas personas escriben y escribir es un ejercicio en soledad, y en el camino hay muchas dudas, muchos obstáculos en la escritura, mucha búsqueda, mucha satisfacción de lo escrito, pero no seguridad de lo escrito, que no es lo mismo.

Una persona puede estar satisfecha porque ha trabajado muy bien un libro. Han pasado 3 años, lo ha corregido, etc., pero no está seguro o segura en que va a gustar. Ahí creo que el papel del editor, en esa transferencia que tú dices, me gustó mucho el término, es fundamental, de hecho, yo soy gran defensor de crear lazos de amistad con mis autores, yo soy muy amigo de todos mis autores, y nunca por ahora he tenido experiencias malas, porque también uno entiende de que los caminos se pueden dividir.


Hay intimidad.

Creo que en cuanto más cerca estás de un autor o una autora, mejor podrás editar su texto, porque toda escritura es de alguna forma mentir con la verdad, y esa verdad que hay ahí esa carga de compromiso, que es verdad que la escritura compromete al autor, si conoces a quien tienes delante bien, puedes trabajar no solo con la experiencia de haber leído el resto de sus libros y el haber leído muy bien el manuscrito, sino que puedes saber donde transita algunos hechos incluso biográficos por imperceptibles que se ven en la escritura. Y eso enriquece mucho la conversación.

Te voy a poner un ejemplo muy sintomático de la editorial, que es el del escritor Andrés Neuman, que en la editorial no es ni Andrés ni Neumnn, es el “tiíto” Andrés porque mi hijo cuando tenía 3 años preguntó, pero el “tiíto” Andrés que es hermano de papá o de mamá, entonces está es una anécdota así, muy tierna, pero que en el fondo habla del tipo de relación que se hace entre editor y autor. Recuerdo cuando editamos Barbarismo un libro heterodoxo de Andrés que es una suerte de diccionario muy personal, es un contradiccionario, son realmente palabras con una definición que está entre el aforismo, el microrrelato, el aliento poético, y yo editando el libro con Andrés, le pregunto “¿por qué no está la palabra violín Andrés en tu diccionario? Violín era el instrumento que tocaba su madre quien había muerto hace unos años, “¿por qué no está la palabra hospital?”, porque la palabra hospital fue importante en la literatura de Andrés cuando murió su madre, pero lo más curioso es que sus primeros cuentos ya aparecían hospitales casi igual a como por desgracia tuvieron que aparecer después, entonces eso me empuja a un trabajo también personal y en ese sentido he ido enriqueciendo esa transferencia entre autor y editor.



¿Y los obstáculos?

He podido vivir como obstáculo convertir el texto en lo que los dos queríamos, teniendo la última palabra quien escribe, para mí eso es fundamental. Quien escribe tiene la última palabra. Otra cosa es que los editores seamos un poco diplomáticamente venecianos, sonreímos y mientras sonreímos al autor le echamos veneno en la copa con el anillo. Pero eso es un poco con cierta experiencia que se gana en el tiempo de cómo se deben decir las cosas, y donde alumbras que puede haber una fragilidad del texto el autor te dice que sí, que en el final de este cuento también tenía dudas, o en el orden de los cuentos, etc. O, a veces al revés, yo propongo algo, y el autor me dice mira, no mira esto no lo hago por A, B y C y yo le digo que tiene toda la razón y que yo estaba equivocado en mi sugerencia. Y eso para mí es la parte más hermosa, profunda y rica que me puede dar la edición desde luego.


El manuscrito y el libro, las dos caras de una misma moneda es la charla que viniste a dar en esta visita a la Universidad Adolfo Ibañez, ¿qué significa eso?, ¿por qué ese título?

Ese título fue puesto realmente por la universidad, pero estoy de acuerdo, porque en el fondo ahí hay un trabajo que tiene dos lados de una misma parte. O sea, el libro es el manuscrito, o el manuscrito es el libro que será, pero hay un tránsito desde ese manuscrito a ese libro que es fundamental. La búsqueda de una hipotética editorial es relativamente sencilla, se publican muchísimos libros en todos los países. En España se publican 15.000 libros de ficción al año, 82.000 en total títulos de cualquier cosa. Lo que es importante para un autor que encuentre un editor literario que le pueda acompañar no solo en la edición de ese libro sino en el trabajo con su obra.


¿En qué sentido?


En el sentido de ese tránsito del manuscrito al libro que es absolutamente fundamental, para que el texto optimice sus opciones literarias. Hay autores muy pocos generosos conmigo, y hay autores que me presentan manuscritos casi impecables, que solo puedes disfrutar de lector y el editor se queda en la periferia y eso también es así, pero en general siempre hay una suerte de dialogo y conversación que es la que enriquece. Además de lo que me he dado cuenta es que este tipo de trabajo más allá de mejorar el libro que está muy bien, es útil porque el autor empieza a reflexionar exactamente en lo que ha escrito, porque aunque es un tópico del que oímos mucho, y a veces parece gratuito que la escritura acaba con la lectura, es verdad que cuando un autor se siente leído y recibe un comentario bien argumentado de lo que se ha leído, empieza a entender también lo que ha escrito, o entienda las posibilidades que tiene su escritura. Y eso lo da los lectores cero y un editor a quien escribe.


El autor aprende rápidamente de lo que no está muy bien y tiene que cambiar, y si por ejemplo hay un excesivo uso de adverbios en mente, el autor sabe que los tiene que corregir, pero yo siempre digo que no te fijes en eso. Esto es de lo más sencillo, en cambio, aprende de lo que has hecho bien, de lo que más me ha gustado, porque yo cuando edito los manuscritos, que los edito en papel, no puedo editar en otro formato, no solo pongo las correcciones, sino que pongo aquellos párrafos o aquellos cuentos, escribo por qué me gustan. Si hay un párrafo que me gusta mucho, lo digo, me gusta por esto, por esto y por esto, y les digo atiende más a lo que yo digo que me ha gustado que a lo otro. Lo otro ya, una vez que está detectado, se decide si se hace o no y ya a corregir. Esas dos caras de la moneda, en ese trabajo de una cara que es el manuscrito y otra que es el libro, que va a recibir el lector y la lectora, eso es lo apasionante de editar.


Hay un trabajo consistente en la internalización de su catálogo, o sea hoy día Páginas de Espuma es una editorial cuya casa ya no es España.

Si, no lo es, pero eso tiene que ver nuevamente con la lectura, o sea yo cuando leía mucho cuento en los 80 y 90, no te voy a engañar, si yo leía 10 cuentos 9 eran cuentos latinoamericanos. Es cierto que con un canon muy castrante, un canon muy masculino, no leíamos otra cosa que no fueran hombres, de hecho parte del trabajo quiero pensar es también cuestionar que ya habíamos leído el mejor cuento del siglo XX. No es verdad, porque como mínimo vamos a decir que es sospechoso que la nómina para el mejor cuento fueran solo hombres, como mínimo, y esto podría dar para otra charla, porque después de haber hecho la antología Vindictas, con la escritora mexicana Socorro Venegas, para la colección Vindictas de la UNAM que coeditamos con ellos, nos quedo clarísimo que el canon estaba absolutamente corrompido por una mirada masculina, por no decir machista. Pero entonces, esa base de lectura de la cartografía de las distintas literaturas en español fue un hecho natural en Páginas de Espuma. Enrique Jaramillo Levi, el escritor panameño o Guillermo Samperio el escritor mexicano fueron de nuestros primeros autores, pero ahí se sumó Ana María Shua la escritora argentina o Eduardo Berti. Y, pronto llegarían las colaboraciones importantísimas de Fernando Iwasaki, un legado de Andrés Neuman, o sea la nómina latinoamericana fue muy importante, pero de una forma natural. No le podemos pedir a Juanito en el año 99 que se imaginara una editorial en todos los países, imprimiendo en muchos países, y teniendo la distribución en todos. Si lo hubiera imaginado hubiera cerrado la puerta de la editorial y me hubiera ido a otro lado, porque me hubiera entrado ansiedad crónica, y esto ha sido un proceso lento, pero si me siento cómodo en la internalización de muchas orillas, porque no hay dos, hay muchas orillas más que ser una casa española por mucho que la matriz esté en el barrio de Malasaña en Madrid.


El 2019 fue la última vez que estuviste en Chile, ¿qué te ha parecido el panorama editorial? ¿Algo ha cambiado ahora, pero también en los últimos años?

Llevamos bastantes años en todo Latinoamérica y en los distintos países latinoamericanos, pues no son algo único, son 19 países con realidades sociales, culturales y políticas muy distintas entre sí. Eso de España y Latinoamérica es una versión muy colonial del discurso y el relato, o sea España es un país y luego hay 18 más. Yo venía asistiendo a la creación y consolidación y crecimiento de universos editores de biodiversidad que estaban asumiendo el desafío y el reto de buscar nuevos espacios lectores, cosa que es muy importante, y nuevamente cuando tú buscas nuevos espacios lectores que a veces son minorías te alimentas de escritores o escrituras que pueden ser marginales, periféricas, novedosas, donde das los primeros pasos.

En ese sentido la edición independiente es lectora de los grandes grupos. Particularmente en Chile ha habido una explosión pero que ya es de hace años de una edición independiente que seguro puede ser la base de un mejor ecosistema y aquí me pongo como más gremial o profesional del libro así con una voz muy sonora, porque para crear un mejor sistema, que creo que es el siguiente paso que deben dar los distintos países latinoamericanos, porque lo que yo detecto es que hay magníficos profesionales, pero que falta poner en valor toda la cadena.


¿Qué significa eso?

Es decir, que edición, distribución y punto de venta, hagan un trabajo muy, pero muy generoso entre las partes, y de mucha unión, porque en la medida que se compartan conocimientos, experiencia e información, lo digo más claro, datos y metadatos, mejor les irá a todos. Cuando se dice que España tiene una industria del libro fuerte, procede de esto. Después, claro, yo entiendo todas las diferencias de mercados y que algunos procesos editoriales que se hacen en España todavía sea difícil hacerlos en otro lado, pero el compartir la información y saber dónde se venden los libros al día, saber lo que vende el otro, o sea, yo cuando me levanto como un adicto abro una página de los libreros españoles que se llama Librired y veo el sell out que vendí el día anterior. Es decir, sé exactamente los libros que se ha llevado un lector en la mano, pero puedo ver los míos y los que ha vendido Pretextos o Anagrama. Esto, nos viene bien a todos y es un trabajo donde están implicados todos.


Por último, ¿cuáles son las novedades de Páginas de Espuma?, ¿qué es lo que viene en camino?

Ahora está cruzando el mar, y de aquí a entre dos a cuatro semanas estarán en librerías. En lo clásico destacaría dos títulos que me parecen realmente importantes. Uno es los cuentos completos de Kafka, creo que cada lector contemporáneo necesita una traducción actualizada. Hemos hecho una nueva traducción de Kafka muy cuidada a partir de la última edición alemana, además lo bueno de todo esto es que hemos podido más allá de que hay un muy buen traductor, pero las traducciones son mejores cuando hay herramientas, y eso se hace con bibliografía secundaria, en este caso de la bibliografía secundaria que hemos recibido del alemán, pero también bibliografía primaria, porque negociamos con la biblioteca de Tel-Aviv, para acceder a los manuscritos de Kafka.


Alberto Gordo, que es el traductor ha trabajado con los manuscritos de Kafka, entonces ha podido ver bien el fraseo, la falta de puntuación que Kafka hacía en sus manuscritos, la utilización de las comas subordinadas que en el alemán es muy importante. A veces se las ponía, otras veces no, entonces la verdad es que la traducción ha quedado muy bien trabajada, incluso en lo ornamental con las ilustraciones de Arturo Garrido, quien se ha inspirado en esa faceta básica de Kafka que era la de dibujante. Y luego también en lo clásico hay un libro que a mí me apasiona porque me gusta mucho ese género, que son las escrituras que nacieron para no ser compartidas. Me gustan mucho las correspondencias, los libros de viaje, las memorias, los diarios, muchísimo. Y ahora estamos inmersos en un proceso muy grande de publicar toda la correspondencia de Joyce, que son casi 2500 páginas, junto a una antología de cartas de Virginia Woolf, en donde da cuenta muy clara de su faceta de editora, de su faceta de mujer, sin aditamentos literarios, de su domofilia por las casas. Es un libro hermoso con diseño inspirado en Vanesa Bell para hacer el libro.    


Y luego en lo contemporáneo, para no extenderme mucho, pero yo creo que tiene que ser esperado en Chile es el libro de Magalí Etchebarne, Una vida por delante que es un libro con cierto aliento anglosajón de cuento largo, que aquí son cuatro cuentos largos, muy del linaje de Hijas y madres, y muy apropiado por las facturas de una memoria de enfermedad, muerte, todo bajo una paradoja que contienen a veces un humor ciertamente irónico. Es una escritora fantástica, y este es su segundo libro de cuentos. Magalí va a venir a final de año a Chile. Estamos teniendo reseñas enormes, todas buenas, no hay ninguna mala reseña, y lo estamos vendiendo una barbaridad, onda el libro lo tuvimos en mayo y ya llevamos 7 ediciones. Desde que salió en mayo, y no son ediciones pequeñas, o sea la primera en argentina tuvo 6000 ejemplares, la primera en España tuvo 4000. Estamos hablando que ha vendido entre 10.000 y 15.000 ejemplares. Una locura.

 

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