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Kitchen y los objetos. Banana Yoshimoto y los Psicoanálisis



Para ser un libro tan corto y sencillo, en el mejor de los sentidos de la palabra, Kitchen de Banana Yoshimoto me tomó más tiempo del que hubiera pensado que me iba a tomar. Pero esto fue por un tema personal que abordaré más adelante y no porque en sí mismo el libro demande tiempo o proponga una terrible complejidad al lector. Nada de eso. Justamente todo lo contrario y desde allí el interés de dedicarle algunas palabras.


En este libro se narran dos historias que están atravesadas por la pregunta sobre la forma en que los personajes se relacionan con la muerte de personas muy cercanas. Eso en un primer plano. Sin embargo, pudiera comenzar a desprenderse en otras lecturas que el tema de la muerte dialoga de manera directa con la idea de la soledad. No en un sentido melancólico, sino en la relación de la muerte-soledad y los tránsitos de un duelo.

  

Ahora, por qué al comienzo dije que me costó la lectura de este libro. El texto nos pone de frente con lo que el inconsciente no reconoce. La posibilidad de la muerte de un próximo de manera inesperada. Y es que pareciera ser que tendemos a creer que al despedirnos de nuestros seres queridos en la mañana antes de ir a nuestras actividades, aun sabiendo que la posibilidad de la muerte está siempre, ella no llegará hoy. Banana Yoshimoto logra de gran forma, quizás por “eso oriental”, trasladarnos a esta realidad y confrontarnos con que mientras leemos el libro puede que a quién esperamos no llegue a casa en este día: Y, ¿cómo enfrentamos aquello?


Lo que me parece muy relevante no es tanto lo que imaginamos de un momento así, lo que creemos pueda llegar a ser, sino cómo la autora nos toma para dejarnos en ese lugar y cuál puede ser el efecto en nosotros de transitar, aunque sea someramente ese problema. No diría que fantasear es una cosa fácil y por ello me parece muy rescatable el valor literario de la astucia de la autora.


Es desde este punto, y en relación con el título, que me parece su lectura propone otro tema interesante que no deja de estar en tensión en tiempos de la hegemonía del mercado. “Kitchen”, como título, surge de la relación de una de las protagonistas de las historias a la cocina como un lugar de subjetivación de sí, la muerte y los objetos. “Creo que la cocina es el lugar que más me gusta” (p. 11). Así, de manera tan sencilla comienza este libro. Y no es que en la cocina ocurran eventos deslumbrantes, es más bien la relación de ella, la protagonista, con ese espacio que algo le devuelve respecto de la soledad y la posibilidad de no sentirse sola.


En los psicoanálisis el concepto y el problema de la teoría del objeto es algo ineludible. Ni qué decir de la gran invención del objeto “a” de Lacan y todos los desarrollos que no dejan armarse alrededor de este. Ok, pero ¿qué relación tenemos con los objetos en tanto que objetos? Intentaré expresarlo de otra manera, ¿qué relación tenemos con los objetos materiales que nos constituyen subjetivamente?


Me parece que desde occidente esta pregunta no es fácil de elaborar. Quizás en oriente tampoco. Pero algo hay en esta pregunta que nos implica más de lo que quizás hemos reflexionado. Recuerdo una anécdota sobre la cual Constanza Michelson, en tiempos de pandemia, pensó: si las casas estaban realmente preparadas para que pasáramos tanto tiempo dentro de ellas en una época de confinamiento -a propósito de la cantidad de cosas, artículos de la casa, se echaban a perder y era necesario reparar-. ¿Qué dicen los objetos de nosotros mismos y cuál es nuestra relación con ellos? ¿son meros objetos de consumo, de utilidad o de existencia? ¿qué relación tienen los objetos con nosotros?


Se habla mucho de la subjetividad y las subjetividades, pero qué hay de los objetos. Y en un sentido no peyorativo, qué hay de los otros, sujetos, en tanto objetos. ¿Por qué existe cierta negatividad de la objetualización de los otros cuando en un punto es su uso el que nos devuelve algo de nuestra existencia? Habrá que pensar la resistencia que los objetos y sujetos-objetos nos ofrecen para que nuestra existencia no sea puro arrasamiento. Habrá que pensar sobre cómo los objetos en su generalidad nos alojan, nos expulsan, nos limitan, nos posibilitan la existencia.


“No se puede entrar en el amor (fall in love) sin dejarse tomar en algún punto como objeto del deseo del otro”, es posible leer en el libro Y Sin Embargo el Amor de Alexandra Kohan. Es una idea problemática leída a la rápida en los tiempos que corren. No obstante, el problema de esta idea no radica en ella sino en la asepsia de la época en la que está mal visto ser tomado como “objeto” de un otro (se entiende por qué, pero problemática es la generalización), aun cuando, por ejemplo, desde el psicoanálisis lacaniano, no existen más que relaciones entre sujetos y objetos y esta es la posibilidad de ser un sujeto. ¿Se nos estará pasando algo al dejar de lado la reflexión sobre “el objeto” y hemos creído demasiado rápido que objetualizar es mercantilizar a éste como una única forma posible de relación?


Por esto me parece que es un punto muy interesante la pregunta que Banana Yoshimoto deja en su libro a propósito de la cocina, Kitchen. ¿Cuál es el valor que damos hoy a los objetos fuera de la noción de objetos del mercado?, ¿Hay objetos por fuera de la economía liberal que nos constituyen?, ¿Y de qué formas estos se hacen parte de la escena y la historia personal? Pensé en mis libros, en mis “cachureos”, en las fotos impresas, en esas cuestiones de las cuáles no se si podría hacer un negocio pero que de alguna u otra manera, si nos detenemos, nos constituyen o por lo menos nos hacen la muerte y la vida una cuestión más vivible.



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