La excavación
Camus escribe en sus Carnets: "Carácter insensato del sacrificio: el tipo que muere por algo que no verá". Camus, un gran vividor, venía rondando esa idea desde hace tiempo, que por lo demás es muy antigua, se arrastra desde los tiempos de Herzen. Si hay que sacrificarse por la revolución, ¿quién disfruta? La excavación, la novela de Andréi Platónov, también trata en parte este triste tópico. Obreros hacen una gran excavación para construir un palacio para los obreros del futuro, ¿y los que excavan disfrutan? No, los que excavan, excavan y sueñan, ya vendrán los que disfruten, no los conoceremos. De ahí que todos, salvo dos o tres suicidas que no tienen nada que perder (o los que ni se imaginan cuál es el costo de una verdadera revolución), tendamos a ser reformistas. Muchas veces hay una casa, un hijo que criar. Campanella decía, ya a comienzos del siglo XVII, que bastaba con estos pocos elementos sentimentales para convertir al hombre en un depredador del mundo. Hay que guardar un equilibrio, no vale quemar todo el mundo restante, hay que salvar el poco disfrute que nos queda. De hecho, unas constantes revueltas podrían sumir a los países en diez o más años de caída libre hacia una violencia inusitada y una economía difícil de recuperar (como ha pasado infinidad de veces en la historia). El que llama a quemar todo no se imagina que no va a disfrutar en vida lo que sueña, y que caerá inevitablemente en "lo insensato del sacrificio". De hecho, creo que no lo piensa y solo lanza una pulsión inconsciente de disfrute en la destrucción. Sí, él también quiere disfrutar a su modo. No hay sacrificio.
Con el tiempo nos damos cuenta de que ya no nos juntamos, quizás de forma intuitiva o poco consciente, con los que no tienen nada que perder. No hay belleza en el fuego, solo en la tranquilidad de los pequeños disfrutes de la vida. Creer en un mundo que será mejor en cien años se ha vuelto tan increíble como creer en Dios. No soportamos una trascendentalidad más allá de nuestros nietos, esta es nuestra verdadera herejía. Esa frase sobre "Dios ha muerto" no es nada frente a la pérdida de fe en el sacrificio de algo que no se disfrutará en vida. La concepción del disfrute en vida es la verdadera arma mental de la burguesía y no el dinero. Y es un arma invencible. Está en mí, en ti y en todos los que ven la vida de forma simple y realista.
André Malraux escribe en "La esperanza":
"El Apocalipsis lo quiere todo de inmediato; la revolución lo consigue todo lenta y duramente. El peligro está en que todo hombre lleva en sí mismo el deseo de un Apocalipsis. Y que en la lucha, este deseo, transcurrido un tiempo bastante breve, acaba en un fracaso inevitable por una muy simple razón: por su naturaleza misma, el Apocalipsis no tiene futuro".