Laureano Debat: “Fue un viaje de regreso a mi yo”
Laureano Debat (Lobería, 1981) es periodista, docente y escritor. Escribió el libro de crónicas Barcelona inconclusa (Candaya) y acaba de publicar su primera novela: Casa de nadie (Candaya), que llegará pronto a las librerías latinoamericanas.
por Valeria Groisman
Conocí a Debat en Instagram, y cuando supe de qué trataba su libro, le escribí. Me pareció interesante no solo leerlo, sino conversar con él acerca de la gesta del relato, de su reconocimiento como posible trama. Entender qué es lo que lleva a un escritor a reconocer que una experiencia personal tiene “espesor literario”, como dice Luis Sagasti. ¿Qué características tiene la realidad que puede convertirse en literatura?
Pasaron meses hasta que congeniamos. Debat salió de gira con su libro. Lo presentó en varias ciudades de España. Mientras nos “maileamos” amagando el encuentro; hasta que finalmente ocurrió. Casa de nadie es una novela que hibrida literatura, crónica, ciencia y algo de periodismo gonzo.
También podría catalogarse dentro del marbete de autoficción, pero más interesante es la definición del propio Debat: “Fue un viaje de regreso a mi yo de ese momento”. Porque el narrador de la novela es un Debat ficcionalizado que cuenta cómo es convivir (o vivir la cotidianidad) con dos trabajadoras sexuales: madre e hija. En esa casa que los tres comparten, mientras cursa un Máster en Escritura Creativa, el narrador coquetea con la idea de asumir él también ese oficio donde los bordes del placer, lo real y lo fingido se desdibujan, y a partir de entrevistas que asumen la forma del diálogo, se plantea qué significa ser testigo de la vida de otros.
En las primeras páginas de Casa de nadie anuncias que la historia que se narra efectivamente ocurrió. Asumo que el narrador es un Laureano ficcionalizado. Cuéntame si estoy en lo correcto y, si se puede, cómo fue que terminaste viviendo con dos prostitutas. Más allá de lo económico (supongo que habrás tenido otras opciones), ¿te pareció que podría ser una experiencia con espesor literario?
Sí, la historia ocurrió en el año 2010 en Barcelona y el narrador, efectivamente, es una construcción literaria a partir de una reconstrucción de mi pasado. Fue un viaje de regreso a mi yo de ese año. Algo de eso permanecía en las bitácoras que escribí durante mis nueves meses en la casa, también tuve que recurrir a la memoria. Y sí, cuando me enteré que vivía con dos prostitutas decidí quedarme porque era evidente que estaba empezando a ser testigo de una gran historia y también porque me caían muy bien, estaba muy cómodo viviendo con ellas. Caí de pura casualidad, un vecino de mi anterior casa me dijo que había una madre y una hija que alquilaban una habitación y fui. Nunca supe si él ya sabía a lo que se dedicaban o se enteró conmigo.
La novela/crónica oscila entre el relato en primera persona del narrador y la voz de las entrevistas. En algún momento, incluso, el narrador admite que las charlas nocturnas eran casi “entrevistas”. ¿En qué momento decidiste que esa vida podía convertirse en un libro? ¿Lo conversaste con ellas?
A los pocos días de vivir con ellas me enteré de que eran prostitutas, cuando vi a Sonia con un atuendo para recibir a un cliente. La idea de hacer el libro no surgió enseguida, empezó a aflorar con el transcurso de las semanas. Podría decir, incluso, después de dos o tres meses de convivencia, cuando ellas empezaron a soltarse más, entramos más en confianza y, poco a poco, fui conociendo su pasado y los secretos de su trabajo. Ahí la historia empezó a adquirir mayor calado y profundidad, muchos matices, y me di cuenta de que había un libro. Sonia me decía, mitad en broma, mitad en serio, que tendría que escribir un libro sobre ellas. Y le hice caso.
¿Cómo fue el proceso de escritura? ¿Arrancaste en el mientras o la puesta en página fue posterior?
Durante la convivencia solo escribí bitácoras, notas sueltas, cosas que me contaban las chicas o que yo veía, pensamientos, esas cosas. Un diario de la convivencia bastante fragmentario. Después de irme de la casa, llegó el tiempo de tomar distancia de la historia que me tocó vivir, algo que es fundamental para la escritura posterior.
Podríamos decir que Casa de nadie es una hibridación con ciencia. Hay una especie de segmento que se repite con variaciones y se titula “Vademécum”. ¿Cómo surgió esa idea?
Eran muy recurrentes las escenas de Sonia y de Jimena en la cocina tomando medicamentos de todo tipo. Había un cajón repleto de pastillas. Quería mostrar esa continuidad y la idea surge después de tantas incursiones mías en ese cajón para averiguar qué tomaban y de leer los prospectos médicos. Se me ocurrió trabajar con el formato del Vademécum a partir del ensayo y, desde ahí, vincular las pastillas que ingerían las chicas con la trama, su presente y su historia. Hice varias pruebas y me gustó el último resultado. La idea fue dotar de mayor plasticidad a todo el texto. Espero haberlo conseguido.
El narrador no quiere contar que vive con dos prostitutas, no quiere que le pregunten, no quiere ser el un objeto de la curiosidad de los demás. Pero sí se lo cuenta a sus compañeros del Máster. Pienso en el periodismo gonzo. ¿Hubo algo de eso?
Más que no querer contarlo o que me pregunten, lo que me molestaba eran ciertas reacciones despectivas del exterior con respecto al trabajo de las chicas. La mayor parte de las preguntas provenían del morbo y, en muchos casos, del desprecio masculino al rol de una prostituta. En esos casos, me molestaba mucho. Y, al inicio, yo pensaba que ellas cuidaban mucho su intimidad y su imagen pública, pero después me di cuenta de que les daba igual y tampoco se ocultaban demasiado. Con respecto al gonzo, es verdad que hay algo de eso, pero sólo en parte, porque en el periodismo gonzo el periodista se convierte no solo en personaje sino también en artífice de la acción que está contando. Y aquí la acción principal de Casa de nadie es la que ejecutan Sonia y Jimena, aunque es verdad que, por momentos, yo aparezco haciendo algunas cosas que implican poner el cuerpo y convirtiéndome, también, en artífice de la acción.
Hablando de curiosidad, el narrador tiene también la tentación de probar qué se siente, de ser ellas, de probar.
Si lo hubiera ejecutado, cosa que sí se me pasó por la cabeza, ahí hubiera sido un gonzo puro: el periodista o el testigo devenido en prostituto. Pero no lo hice, aunque aparezco en algunas experiencias con drogas y en otras escenas teniendo sexo. Entonces, sí, hay algo de gonzo en la novela, pero faltaría el gonzo de la prostitución, algo que nunca llegué a ejecutar pero que me tentó. Y me gustó volver a ese momento en que me pareció una buena idea hacer eso, sobre todo porque es una muestra cabal de hasta qué punto había naturalizado todo ese entorno en el que convivía.
Hay un epígrafe citado como “la agenda de Virginia” donde aparece la prostitución como algo cercano a la actuación. Eso me resultó interesante: lo real y lo fingido, en el placer, deben ser territorios con fronteras que se borronean constantemente, ¿no?
Sí, esa cita aparece porque Virginia es una prostituta que cuenta en un libro su experiencia, a partir de las entrevistas de un periodista. Y porque en Casa de nadie todo es muy teatral. Yo siempre digo que viví el camerino de la prostitución, todo lo que no suele verse, el detrás de escena. Y allí, donde parecería que todo es natural y que lo fingido está en el escenario, es decir, en las habitaciones donde prestan el servicio, te das cuenta de que, como vos decís, lo real y lo fingido forman parte de ambos lados, que la frontera es bastante borrosa.
¿Estás escribiendo algo nuevo?
Con mi pareja, Marta Armingol, estamos escribiendo un libro a cuatro manos, fruto de una investigación de tres años con viajes por toda España sobre los pueblos de colonización. Son pueblos nuevos en entornos rurales fundados por la dictadura franquista entre los años 40 y 70, y hay alrededor de 300. Es una historia muy reciente y muy poco conocida, por eso nos interesó investigarla. Además, porque Marta nació y se crio en uno de ellos. Si todo va bien, se publicará a finales de 2023.
Siempre les pregunto a los escritores qué están leyendo y qué resaltan de esas lecturas. Dos o tres títulos.
Ahora mismo estoy leyendo dos novelas: Gozo, de Azahara Alonso y Monkey Boy, de Francisco Goldman. También Los campos electromagnéticos, el ensayo experimental de Jorge Carrión, Taller Estampa y GPT-2 y 3. Y releyendo Ñamérica y El Interior de Martín Caparrós. Es lo que tiene trabajar con libros, siempre estoy entre lecturas simultáneas.
Por último, ¿leyeron la Sonia y la Jimena reales tu novela? ¿Cuál fue su reacción?
Hace mucho que no hablo con ellas y no sé si lo han leído o si saben que se ha publicado. Cuando estaba terminando la primera versión les escribí para comentarles que estaba escribiendo el libro. De esto habrán pasado 3 años y he perdido el contacto. No sé cómo reaccionarán si lo leen, no sé si querrán volver a esos años o no.
Casa de nadie
Laureano Debat
Candaya Narrativa 86, 2022 296 págs.