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Foto del escritorMarcelo Mellado

Lectura urgente de Animales muertos de Mauricio Tapia Rojo


Primero quiero aludir al fenómeno de las editoriales independientes locales, es decir, porteñas, de Valparaíso, porque han dinamizado la producción de escritura, sobre todo la narrativa y el discurso crítico. Hay también una buena cantidad de escritores(as) jóvenes que han surgido al alero de estas editoriales, entre los que está Mauricio Tapia Rojo. No entraré en detalles en relación al mundo editorial, porque es motivo de otros trabajos.


También quiero hablar del género cuento, porque aquí estamos frente a siete cuentos que conforman el corpus narrativo. Siempre he considerado que el cuento resuelve problemas específicos del sujeto autoral (o problemas concretos de la vida doméstica o despierta). Con el cuento uno puede resolver fantasías criminales, venganzas personales, o puede darle curso a delirios particulares.


La clave es el diseño o construcción del narrador, es decir, una estrategia de relato. Y aquí el autor ha desarrollado, a partir de un mismo eje –la animalidad amenazante de áreas rurales levemente urbanizadas (o al revés)–, un tratamiento de la disolución del sujeto provinciano moderno.

Entonces, esto amerita revisitar viejos tópicos del relato campesino y de la fábula clásica, en que obviamente irrumpe lo fantástico, lo que redunda en un pedagogismo crítico que se anula a sí mismo.

Con estos tres elementos estructuradores, el folclor campesino arcaico que amenaza la nueva urbanidad; la fábula que hace hablar a los animales por decaimiento antropológico, y lo fantástico que degrada el mundo, se diseña una trama que utiliza el formato cuento, más bien su modelo económico y certero.


El narrador traza una línea isomorfa que cruza y ensambla todos los relatos, determinados por una mirada narrativa unificadora, que podría ser, por un lado, la de un antipedagogismo o el de un nuevo aprendizaje que anula la línea divisoria rural-urbano y/o lo fantástico y lo real.


Son siete cuentos, dijimos, y el primero, “Pasaje cerrado”, es como una alegoría del emprendimiento maldito, de la cultura neoliberal, se trata de un pasaje cerrado que asume el miedo como tesis de sobrevivencia vecinal, todo esto a partir de la misteriosa muerte de unas mascotas, lo que supone la necesidad de un cierre perimetral, a partir de una conspiración que sustenta una estrategia de negocios.


En el segundo cuento, “Las hermanas”, se actualiza el tema de la disolución familiar, concretamente, la desaparición del padre que, como un animal abandónico, en un contexto cargado simbólicamente, por la ausencia de la madre, no deja rastros de su partida, y los gatos sobrepoblando el paisaje como testigos del abandono total.


En “El tranque de las vacas” se recurre, o el narrador apela, a las leyendas campesinas que determinaron los modos rurales culturales de nuestros ancestros. El terror a los míticos cueros flotantes en las riberas de los ríos que determinaba modos peligrosos de habitar el campo amenazante y que podía determinar nuestra desaparición, en lo personal me refiero a las orillas del río Biobío, que era el que a mí me correspondía.


El cuento “Biología marina” me remite al “Oxolotl” de Cortázar o la relación identificatoria de un sujeto con un animal en su área de reclusión, en este caso una pecera exhibidora de supermercado. Liberar al pajarillo encerrado en una jaula o al pez en una pecera, surgen como obsesiones de un sujeto candoroso e ingenuo, que determina, en este caso, una especie de pendejismo redentor, con todos los síntomas de la falta de realidad que define cierta sintomatología conductual adolescentaria.


En “Lagartijas” tenemos el misticismo blando como ritual de reencuentro amoroso, matizado por la anecdótica inverosímil y fantástica, que resuelve una trama hilarante.


El cuento “Ocho horas” representa ese apocalipsis doméstico vecinal y el terror infantil que dinamiza el acontecer, dentro de los márgenes que diseñan los modos populares del fin del mundo.

En “Animales muertos” aparece la ruralización de un mundo urbano o los límites de un mundo rural que se niega a desaparecer, y las metodologías que sustentan esa experiencia límite.

Animales muertos, como obra, es una crónica plural de la disolución del sujeto moderno tercermundista en la imposibilidad de habitar el territorio que fatalmente no le pertenece, a pesar de la ficción propietaria que intenta como riesgo catastrófico.


Marcelo Mellado


Animales muertos

Mauricio Tapia Rojo

Schwob Ediciones

Valparaíso - 2022





















Barbarie es un espacio para el pensamiento crítico que acoge diversas y divergentes posturas. Las opiniones vertidas son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan, necesariamente, los puntos de vista de esta publicación.








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