Nudos irreversibles
No hay salida. La ilusión tiene forma de grandilocuencia. Promesas que nadie hizo, se delinean filtrándose entre las cosas, aglutinando la intención hacia un brillo estático, hacia la foto de un rayo de luz. Es vertiginoso si se lo suelta. No para de buscar pegotearse con lo que sea. El arte de hacer nudos sin retorno. Ya intentaste también por la vía inversa. No hay pasado. No hay forma de desanudarlo, la operatoria debe de ser otra. Porque también se filtra entre los objetos, entre vos y la idea de vos, entre cada imagen que se despliega cuando mirás la pared, sentís la lluvia o escuchas el interminable ruido neuronal de tu tinnitus. Los caminos siempre son jurisdicción de la quietud. Las ciudades, los pueblos y los barrios todo lo detienen. Aunque allí todo se conmueva.
Quisiera poder ubicar mejor el final, pero no es posible. Me detengo en la idea, aliviadora potencia del desgarro, de que aquello que le da rectitud a mi accionar, y con rectitud pienso en linealidad, sólo sabe ordenar la habitación, sólo puede ofrecer la chispa a la posibilidad de creerme autodeterminado. Sentir es contrario a cuidarse. No, mejor dicho, el continuum es entre percepción y ausencia. Intensidades.
Sé muy bien, que hago tres pasos de más en cada paso. Vivo con otros como si estuviera sólo, pero aún más terrible, en soledad vivo como si estuviera rodeado.
Culpa y rencor denotan permanencia. Las formas se alimentan de la amplitud de conexiones y en el proyecto irrealizable de inventar la electricidad por sumatoria de ladrillos. El dibujo de una ola, en bloques, sin rastros de arena, tormenta, luna o sal.
Hay emociones que solo quieren disputarle presente a la muerte, porque no saben, que no es a ella a quien le temen, sino a la ausencia de un futuro que las contenga.
No hay salida. La ilusión tiene forma de grandilocuencia. No hay nada de qué curarse.