Podar el corazón: notas sobre el desamor
Lecturas de las obras de Celia Castro, Alia Trabucco, Joan Didion, Constanza Michelson, Carla Cordua y Anne Sexton
En septiembre se inauguró la exposición “Naturaleza observada. Arte y paisaje” en el Centro Cultural La Moneda. Varios pintores y pintoras recorren desde la segunda mitad del siglo XIX y los primeros decenios del siglo XX la naturaleza de Chile. Una época hermosa y perdida de nuestro país, donde están presentes con su mirada 25 pintores, la mayoría hombres, entre ellos LOS más famosos de su época como Onofre Jarpa, Pedro Lira, Juan Francisco González, Thomas Somerscales, y más.
Hay sin duda muy pocas mujeres, pero entre tanta mirada masculina, sólo en términos empíricos, es imposible escindirse y no pensar en términos feministas. Más allá de esa lectura, el único cuadro que me llamó la atención fue el de Celia Castro de 1888 que se llama “La poda”. Es un óleo sobre tela donde vemos a un hombre con los pies firmes podando un gran árbol en invierno, y abajo una mujer recogiendo las ramas caídas. Me interesó la idea de podar los bordes de un árbol, cortarlos, darle forma en una fría tarde de invierno cuando el sol ya casi se va y queda muy poca luz. También el contraste del hombre con los pies firmes, encaramándose y la mujer abajo cansada de la recolección de los troncos. El pequeño texto que lo campaña dice que la pintora “realiza una síntesis del trabajo agrícola tradicional en los valles centrales de Chile”. Bajo la luz invernal, los personajes parecen aflorar desde el mismo paisaje – una naturaleza sometida al régimen productivo de la hacienda chilena-.
( “La poda” de Celia Castro)
En el museo, al frente de este enorme cuadro hay una banquita de madera, ahí uno puede quedarse mirando y viendo cada detalle. En esta narración, hay un tema que me llama la atención: los bordes de las cosas, los bordes de las personas, los límites, el lugar donde se puede llegar con el otro. La idea de dónde empieza el hombre con el árbol y dónde termina el cansancio de la mujer agachada. A pesar de que han pasado 134 años desde su creación, el cuadro (enorme con esos marcos medio rococó) recuerda otras cosas. La exposición contrasta inevitablemente con otra montaje que terminó hace algunas semanas: “No dejes morir mis llamas”, del colectivo Delight Lab. Que aborda el presente, los eventos del Estallido Social, los nombres que fueron mutando de Plaza Dignidad, Plaza Italia, Plaza Baquedano, su reescritura, y su lectura hoy. Un montaje moderno, postmoderno versus la otra exposición de la segunda mitad del siglo XIX, donde el campo, el paisaje chileno son protagonistas.
¿Cómo se presentan hoy esos borde en “La poda” de Celia Castro de 1888? ¿Cómo se aborda el contraste de la vida diaria y moderna en nuestros días? Y, sobre todo, ¿cómo nos relacionamos en las áreas de la intimidad?
La escritora chilena Alia Trabucco, reciente ganadora del premio internacional de la British Academy, publicó su primera novela “Limpia”, donde la protagonista Estela se va de Chiloé a probar suerte a Santiago y se queda siete años trabajando en una casa de clase alta, a cargo de los quehaceres del hogar y cuidando a un niña recién nacida. Donde los recuerdos del sur la ayudan a sobrellevar el infierno que se va creando durante todo ese tiempo: “Me pregunto si el cansancio es una etapa y si algún día en el futuro, recuperaré la cara que solía tener”. Estela limpia los bordes de la casa, cada rincón, cada espacio que se convierte en un símbolo. Uno de los momentos más hermosos, y que recuerda “La poda” es cuando dice una frase, que se puede leer aparte y escondida en la novela, como si contuviera una gran verdad: “es necesario recorrer los bordes antes de internarse en el corazón”. El libro tiene muchísimas frases que aparecen fuera de la trama y que resuenan fuertemente como ideas casi filosóficas, o poéticas. Una trama subterránea dentro de la novela.
“Es necesario recorrer los bordes antes de internarse en el corazón”, es hermosa la idea de recorrer la silueta de alguien, para conocerlo o conocerla, para indagar y ver si se entregar o no el corazón. Creo que su frase resuena en un universo donde las relaciones están cada vez más estáticas, planeadas, intelectualizadas, con normas, con poco riesgo, algo como el poema de Anne Sexton “Admonitions to a special person”: “Watch out for intellect, because it knows so much it knows nothing anda leaves you hanging upside down, mouthing knowledge as your heart falls out of your mouth”, algo así como “Cuídate del intelecto porque sabe tanto que no sabe nada, y te deja colgando boca abajo balbuceando mientras tu corazón se sale por la boca”. Da la impresión, y quizás puedo estar profundamente equivocada, de que el mundo en el que vivimos está todo mucho más intelectualizado, más estático, más difícil… conocer a alguien en su área más privada se hace cada vez más cuesta arriba, como si existieran muchas pruebas antes que nos permitieran ganar la carrera.
(Anne Sexton)
Ya lo plantea Constanza Michelson en su libro “Hacer la noche” cuando dice: “Una amiga me preguntó cuál pensaba yo que era el peor defecto. No me acuerdo que le respondí, pero ella tuvo la razón, dijo: la dureza”. Michelson menciona y asocia esta idea con la soledad. Llegar a tener rápidamente intimidad con alguien se podría ver como una odisea casi imposible, con la urgencia de las redes sociales, las aplicaciones de citas, el anterior encierro y más, nos ha vuelto personas más cerradas y donde borrar los bordes, sobrepasar las durezas, nos aleja cada vez del “amor sin reservas” que menciona la autora.
(Constanza Michelson)
Joan Didion publicó su primera novela “El río en la noche” en 1963, y que, al igual que Celia Castro, tiene un imaginario agreste, campos de lúpulo rodean la casa de los personajes. Al comienzo del libro, el protagonista Everett descubre que su mujer lo engaña y reflexiona sobre la intimidad. Se pregunta si el amante de su esposa la habrá visto llorar. Es decir, si algo tan íntimo y privado, se puede traspasar a otro, o cómo en algún momento se baja la guardia, y cómo se baja. Quizás lo que inquieta a Everett, es cómo Lily (su esposa) decide romper el borde y entregarle esta rara confianza a otro.
Ya lo decía Carla Cordua en su libro “Apuntes al margen”: “Para cualquiera y para todos, aprender, pensar, amar, vivir y sobrevivir es alterarse (…) en algunos grupos de personas, en ciertos tiempos y circunstancias las ideas son consideradas peligrosas”. Alterar inevitablemente el orden de las cosas es vivir, es arriesgarse, es romper el borde, es entregar el corazón, una actitud que se vuelve cada vez más peligrosa.
(Carla Cordua)
Finalmente da la impresión que dar, entregar, es sumergirse en una área pedregosa, llena de púas, interrupciones y a veces malos entendidos. Lo que inevitablemente lleva a un desamor campante y voraz que intelectualiza las relaciones, tal como dice Sexton. El cuadro “La poda” me parece que da luces sobre en qué lugar del amor o desamor estamos, si con los pies firmes y arriba del árbol, o con el cansancio que involucra la recolección los troncos.
Celia Castro, Alia Trabucco, Joan Didion, Constanza Michelson, Anne Sexton y Carla Cordua hablan sobre este desafecto propio de nuestra época: el desamor; podar sin podar, es no entregarse, no traspasar los bordes o borrarlos definidamente, es no tener la oportunidad de internarse en el corazón. Veo de nuevo el mismo cuadro de Celia Castro y me pregunto qué figura del árbol quedaría finalmente si se podara completamente.