Prólogo a Mundana (L). Notas y re-escrituras de Tuillang Yuing-Alfaro.
Mundana(L) es un libro muy esperado. Y no digo esto sólo a título personal, por saber desde hace un tiempo que Tuillang estaba preparando un texto nuevo donde iba a reunir algunas de las vivencias y anécdotas de estos últimos años. Es un libro esperado porque se anima a poner en palabras un mundo que no queremos mirar. O no sabemos. Eso es, tal vez, lo que devela este libro: que ni la filosofía ni las ciencias sociales y humanas hoy pueden dar cuenta de la mundaneidad del mundo.
¿Cuál es el mundo que podemos pensar? ¿En qué mundo efectivamente vivimos? ¿Qué hay de ese mundo que la filosofía siempre concibió como interioridad o universalismo, cuando se trata de hacer del pensamiento y de la acción una fabricación mundana con los otros?
Mundana(L), entonces, va por esta vía, o mejor, por este desnivel. Para construir su punto de vista el autor se apropia primero del viejo problema filosófico que dio en delimitar el mundo como objeto de conocimiento, para abrir luego sus bordes conceptuales y acercar al análisis un orden cotidiano, mundano, más cercano a las formas imperfectas del hacer que a la pretendida transparencia de la teoría. Pero la apuesta crítica de Yuing-Alfaro no se detiene allí. Su objetivo no es describir los remanidos pormenores de la oposición mundo/mundaneidad, tampoco dar cuenta de sus límites. Él busca dar lugar a un campo de problemas nuevo, que es lo que viene a nombrar “lo mundanal”. No es entonces “otro” mundo, ni el espacio excluido de las fronteras del mundo. Mundanal viene a nombrar un mundo “otro”, cuya facticidad específica existe dentro y afuera de la idea de mundo, dentro y fuera de sus bordes. Es una noción con alcance crítico, con voluntad diagnóstica, que se dispone a sortear toda oposición binarista entre razón y sin razón, luz y oscuridad, normal y anormal, a fines de registrar otro plano de experiencia. Es el que “apunta también a los placeres, a la banalidad y a la frivolidad”, tanto como al carácter “inmundo” de este mundo.
Así, en un guiño al punto de partida extra-moral que el pensamiento crítico contemporáneo hereda de Nietzsche, Yuing-Alfaro repone la afrenta del genealogista contra las pasiones buenas de Spinoza para proponer, a su vez, un acercamiento a la panoplia de afectos, hedonismos e inmundicias donde se teje lo mundanal. En sus páginas nos explica que no es preciso ir muy lejos: lo mundanal está aquí; sin embargo, quedó inmerso dentro de la “acústica ruidosa” de un tiempo, el nuestro, que no nos permite escucharlo. Ninguneado, incluso, por las conceptualizaciones de la razón, lo mundanal no tiene por tanto una circunscripción menor. Reúne saberes y prácticas que son, foucaultianamente, de poder y también de resistencia. Son éstas quienes hoy sostienen, a la vez que arman lazo, en las escenas desgajadas que está dejando el neoliberalismo en nuestras latitudes. Aquí sitúa Tuillang su ojo crítico. Los bajofondos de la noche, el rebusque, los vendedores y manteros en las calles, las chicas migrantes, los cafés, se dan cita en una glosa que tiene la justicia de una sensualidad que no debe confundirse con apología. Tuillang no juzga; recorre, vive, comparte, observa. Pincela los paisajes donde nosotros, capitales humanos, vamos haciendo del surrealismo una realidad cotidiana y de la transmutación identitaria una obligación de supervivencia. ¿Cómo llegar al final del día en un país donde todo se compra y se vende? ¿Por qué vías nos subjetivamos como sujetos si no somos más que mercancías? ¿Dónde hacemos hoy lazo con los demás? Estas son algunas de las preguntas que van guiando un modo de problematización entretenido y desafiante. En sus descripciones, el autor se plantea un estilo específico de lectura. Para ello dice querer descender del pony masculino, patriarcal, en el que inercialmente lo sitúa la cultura, para disponerse en cambio a afirmar una femineidad, propia, humana, que él asume como finitud necesaria. Hay una sensibilidad, en efecto, que hace avanzar las páginas, un modo de percibir los rostros, cuerpos y gestos que Mundana(L) recorta de las esquinas de la ciudad. En esa escritura-gesto suspende ‒aunque sea por un momento‒ la atávica ideología mundanal de usufructo del otro, tan potenciada por las actuales mercadotecnias del placer. Frente a la toda potencia narcisista que reifica cada vez más al consumo y a la pornografía como posición viril activa, Tuillang abre el juego para incrustar, dentro de estos mismos espacios, la posibilidad de un pliegue sensible, atento a no dar por respondida la pregunta por el encuentro, por los afectos; asir las chances de creación de lazos y subjetivaciones impensadas que en estos mismos espacios pueda darse. En efecto, ¿qué pasaría en nuestras sociedades si el otro volviese a ser una pregunta? ¿Qué hay si en lugar de codificarlo y clasificarlo pudiésemos disponernos a otro modo de relación? Nietzsche tenía razón: una genealogía de la moral no sólo es necesaria sino urgente para la tarea de construcción ética que reclama el presente.
Y es que no se trata únicamente del otro. No es fácil situar la mundaneidad del mundo, pero menos lo es en uno mismo. Es más simple espejarse en una forma límpida, de esas luminosas que derraman los cielos de la contemplación, de esas que en las últimas páginas Tuillang desfalca de la mano del orientalismo de Mishima, como si el ojo capaz de ver belleza en la fealdad hoy fuera tan imposible de concebir como para occidente la enciclopedia china de John Wilkins. Qué difícil, en efecto, dar cuenta de lo mundanal hecho cuerpo, y del cuerpo como la más mundanal e imprevisible de nuestras verdades. Leyendo su libro recordé lo que me ocurría cuando me contaba alguna de sus anécdotas por teléfono. A veces no sabía cómo escucharlas, cómo aplacar al enano moral que buscaba erguirse alto para juzgar desde arriba una experiencia no santa para una mujer cis aburridamente hetero-normativizada; a veces no encontraba cómo acompañar, sin interpretación o risa nerviosa, las historias de un hombre solo en las calles opacas e incandescentes de la ciudad.
Mundana(L), retoma, en este sentido, dos fuertes amores de mi amigo Tuillang que hacen al tono testimonial de este libro encarnado en primera persona: su pasión por el pensamiento y por la música punk. Él guarda allí una suerte de lealtad de estilo; algo del bajo eléctrico ‒que sabe tocar‒ resuena allí donde no puede la teoría: abre una pista subterránea, una frecuencia y un modo de vibración sonora que, aunque sea a veces melódicamente secundaria, sostiene la armonía de los acordes. Mundana(L) es un libro roquero, urbano, ruidoso, joven. No es transdisciplinar sino “indisciplinado”, como a mi amigo le gusta decir. Pero también es un libro serio. Sus páginas dialogan con la filosofía, con la educación, con los estudios culturales, con el feminismo, con la política. Sobre la huella de Michel Foucault, foco de su primer libro Tras lo singular, Tuillang convoca esta vez al inglés Mark Fisher. Su lectura crítica de la cultura le permite inmiscuirse en las profundidades de nuestras subjetividades neoliberales para recoger en una miríada de prácticas ‒artísticas, literarias, televisivas, urbanas‒ las coacciones y reacciones donde la mayoría de nosotros podemos reconocernos. En este prisma de análisis, el autor incluye perspectivas producidas desde nuestras insularidades, como el chileno Humberto Giannini y la escritora haitiana Évelyne Trouillot. Es acertado: la contingencia latinoamericana no sólo marca el contexto específico de las experiencias que Tuillang releva, sino también las elaboraciones conceptuales que pueden probarse capaces de inteligir esta problematización. Asimismo, una fina lectura de Owen Jones y de Jacques Rancière ritma un examen de los modos sutiles en que hoy se demoniza a la clase obrera amalgamándola con el pobre. Al análisis filosófico acerca de los modos de este reparto, Tuillang suma el estudio de la influencia de los shows mainstream de la televisión abierta chilena, por ejemplo, donde el pobre es convocado regularmente a ser objeto privilegiado de un juicio moral y social que necesita hoy el funcionamiento del neoliberalismo. En su análisis, se encuentra hoy frente al pobre: la “clase media”. Espejismo de una suerte de “nosotros” móvil, siempre en tránsito de devenir otra cosa y que no parece más que orientarse a huir de una caída destinal, aporofóbica, sin dar una respuesta distinta a lo que forcluye.
Mundana(L), entonces, es el nombre que eligió el autor para elaborar el punto de vista específico y crítico que le interesa plantear respecto de nuestro presente. Tiempo de espacios copados por un funcionamiento que busca espejar la totalidad de nuestros campos de comportamiento a las lógicas de mercado. Tiempo de una época sin futuro, surcada por pandemias recientes, que tiñeron de apocalipsis la visión transformadora del mundo. ¿Cómo desdoblar las asimetrías que reproduce una desigualdad global, estructural, donde hoy unos pocos concentran casi la totalidad de la riqueza del mundo? ¿Qué categorías fundacionales de lo social ‒sujeto, clase, institución, gobierno‒ es posible seguir sustentando frente a una crisis real de representación? ¿Qué tarea política, qué transformación social es posible cuando no es sobre un orden de derechos de los sujetos, sino por la vía de una economía informal de desacumulación de cuerpos, que el capitalismo consolida su margen de ganancia y el neoliberalismo modela lazos y subjetividades?
En este sentido, incluso caracterizando este presente como acelerado y posléxico, Yuing-Alfaro actualiza las apuestas emancipatorias heredadas por Paulo Freire para insistir en la importancia de la transmisión, y en el rol cabal que en ella tienen la educación y la cultura. En su perspectiva, creo que ya podemos adivinar, estas no tienen lugar solo en el espacio de la escuela, sino en la trama completa donde inscribimos nuestras vivencias. Destaco especialmente la experiencia de enseñar español a los migrantes haitianos llegados a las costas de Quintero, en la que participa y de la que escribe el autor. A una iniciativa surgida por parte de los vecinos del pueblo, se organizan para dictar cursos de español, Tuillang junto a otros profesores, luego los vecinos. Primero es español para los haitianos, luego es francés para los locales. Un valor nuevo se teje en este impensado mundanal que tiene pregnancia subjetivadora y alcance ético.
El objetivo crítico de este libro se haya así logrado: no se atiene a describir una mera galería de diversidades o de las diferencias identitarias que el capitalismo es capaz de clasificar, sino a dar cuenta de las redistribuciones que es posible hacer, sensible y materialmente, a partir del registro de las relaciones de fuerza concretas en las que estas experiencias se sitúan. La lectura aguda y sutil de las dinámicas de los cuerpos que propone el autor, la pausa frente a las hendijas sin conceptos en las que se escurren las subjetividades, la atención a las piezas materiales con las que de hecho labramos una ética, le permite poner en valor, una y otra vez, gestos, lazos que implican resistencia. Esta es la materialidad concreta de la trama que releva Tuillang y que nos comparte en este libro: los habitantes sin casa en las calles de La Moneda, los haitianos varados en las playas de Quintero, los reclamos de los estudiantes en la universidad pública, la farmacológica propedéutica de la escuela bancaria, la moralización colonial de la televisión chilena, el verano en la casa materna.
En efecto, Tuillang sitúa a la madre como imaginario arquetípico que el individualismo actual precisa reavivar como lugar de afecto incondicionado. La madre circunscribe un espacio necesario a conservar. Se trata de una reactualización funcional en términos morales, claro está, pero también en materia de afectos. La madre, es el centro de gravedad donde hoy se sostiene la moral que protege el carácter inmundo de este mundo. También es la instancia de una sensibilidad necesaria, de un lazo imaginario que permite sostener el afecto en su (im)posible incondicionalidad. Tuillang escribe estas líneas luego de merendar con su madre en la cocina. Tuve la suerte, un par de veces, de escucharlos reír juntos de las cosas que no funcionan. Mundana(L) entonces, es también una ventana a esa domesticidad, a las paradojas de los afectos que nos enlazan y las idealizaciones que no pueden dejar de constituirnos. Vaya una risa cómplice, kafkiana, a nuestra necesidad de sostener mundos dentro de lo mundanal, vaya un elogio a este esperado libro que desacelera el tiempo para pincelar estos desniveles de nuestra contemporaneidad.