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Sobre el trabajo y la vocación


“El camino es fatal como la flecha, pero en las grietas está Dios que acecha”

Jorge Luis Borges

 

“El camino, más que camino, es un lugar, un lugar para estar en él,como en todo lugar, nada más que un momento”.

Roberto Juarroz

 


Cuando Anna andaba entre los cuatro o cinco años, en la casa que habitaba por aquellos tiempos, su padre, comerciante, se iba antes del amanecer a su trabajo y regresaba cerca de la medianoche. En tanto, su madre, miraba religiosamente y, muy entusiasmada, una telenovela por la televisión abierta. Ella dejó su profesión de bioquímica para “ser” ama de casa. Siempre quiso “ser” médica.

 

En la época de los años ochenta ella(su madre) encendía el televisor que estaba en la cocina mientras preparaba la comida, limpiaba la casa, y, cómo si fuera poco, cuidaba al abuelo paterno (de Anna) recién operado. Realizaba aquellas actividades con la mirada perdida; estaba ahí, pero no estaba. A veces pienso en la cantidad de veces que, permiso Virginia Cosin, habrá dejado en suspenso los artefactos de limpieza para utilizar un bisturí, abrir los tejidos y colocar un marcapasos para que el corazón siga latiendo. No sé el proceso evolutivo de la sutura. ¿Cómo olvida la piel cuando se rompe?

 

Un día no fue al jardín de infantes (con lo que le gustaba no ir) y pudo observarla - como es posible vislumbrar - a unos metros de distancia, efectivamente afectada por una escena de la telenovela que (sin saber) guardo en su memoria: Rosa de Lejos protagonizada por la escritora, actriz y directora Leonor Benedetto y dirigida por la cineasta María Herminia Avellaneda. En ese capítulo Rosa tomó una decisión; se separó de lo que “debía ser” y comenzó - frente al mundo- a responder. Aprendió a leer y a escribir, a descoser y a coser, se convirtió en costurera.  Creo que la Directora (gran lectora del Segundo Sexo de Simone de Beauvoir), sin quererlo sopló (como a una ave) las alas de su madre - y de otras mujeres- para impulsarla a un vuelo.

 

Los flebólogos dicen que, si una persona interviene, a tiempo, puede volver a circular la sangre coagulada.

 

Años más tarde, ya en la adolescencia, la misma persona que le sugirió a su madre estudiar una carrera que no le gustaba le preguntó qué estudios comenzaría una vez finalizada la secundaria. Y, cuando le contó que sería letras, le dijo que iba a morirse de hambre y que para sentirse en el paraíso lo mejor era que se dedicara a otra cosa. Por esos tiempos todo le daba miedo; le creyó y fue por otro lado. Quizá podría discutir con esa persona(o con otrxs) si tuvo o no hambruna pero si se sintió a morir varias veces; a lo mejor porque en el paraíso está la quietud, ni el amor, ni el odio.

 

Pasaron las décadas, gobiernos que se fueron y volvieron; subsidios que quitaron, centros culturales que cerraron. Buscar un empleo, encontrar otro y preguntarse: “¿es esto lo que quiero para mí?”

 

Varias veces se perdió… Ni el trabajo, ni los afectos ahí, compañeras y amigas, como nos canta Fito Páez, le daban alegría a su corazón. Una noche llegó a su casa y encendió la televisión - sorpresa para ella - encontró Rosa de lejos.

 

 

No miró la telenovela en su totalidad, pero si repasó fragmentos que, a su vez, repetía capítulos de una historia conocida; estudiar una carrera que no era la deseada, desempeñar un papel que la dejaba (como los estanques del campo) detenida y con la probabilidad de pudrirse. Pero - además del color de las raíces - también heredó un bisturí; para reparar primero hay que saber sangrar, después coser, después seguir. 

    

 Así como Rosa, que ya había sido realizada (Simplemente María) fue la mirada de su Directora quien, tomando el mismo argumento narrativo, transformó a su protagonista en la hacedora de su destino.

 

¿Habrá llegado Anna a buena tierra? ¿Cuándo se llega? Lo que me enteré (por nuestrxs amigxs en común)  es que retomó la facultad; no estudió Letras, pero si Filosofía y no fue sin aquellos períodos de angustia que hicieron su devenir. Como suele decir la filósofa Florencia Abadi: “No hay bien que por mal no venga”.

 

Desconozco qué habrá más allá de la tierra laboral (la de ella y de la nuestra) y me deja con las ganas… Después de todo, el deseo es la distancia.

 

 

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P.D A María Herminia, por la linterna. A Virginia, por el bisturí.


 

 

 

 

 

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