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100 elementos encontrados para "silvia veloso"

  • Identidad a préstamo

    -Ah sí, la conciencia histórica…-, dijo el hombre de la bata blanca golpeando la mesa con los dedos y mirando hacia afuera. Resultaba impreciso hablar de mirar hacia afuera. Estaban afuera. La sala no era más que un cubo de vidrio. Una interferencia casi invisible en medio de la nada. Dentro, una mesa transparente sin un solo objeto encima y las dos sillas en las que estaban sentados. Curiosamente, en la sala no hacía calor.  -...No tenemos nada que ver con eso…con la conciencia histórica…-, repitió el hombre de la bata blanca que no llevaba ninguna identificación visible. Debía ser el médico. O el vigilante. Vigilante o médico era casi lo mismo, entre unos y otros ya no había diferencias evidentes. Cada vez resultaba más difícil establecer las diferencias entre cualquier cosa. El visitante consideró oportuno esperar a que el hombre de la bata blanca decidiera continuar. Él ya había dicho todo lo que tenía que decir. Que no era mucho, aunque sí lo suficiente. A pesar de la digresión, el visitante sabía que el hombre al otro lado de la mesa lo escrutaba buscando una fisura. Para protegerse trató de despejar la cabeza y dejar la mente en blanco. Pero T. aún poblaba sus pensamientos. Aunque ahora ella se encontraba a más de un año luz y de que él iba en dirección contraria, no conseguía convertirla en un recuerdo selectivo. Algo fallaba en el tratamiento y en su cerebro que se resistía al efecto de las píldoras. Cuando la memoria parecía haber sellado el acceso al recuerdo espontáneo, este conseguía reaparecer saltando las barreras de su voluntad y de los efectos químicos que hubieran debido frenarlo. En aquel momento tendría que haberle dicho muchas cosas, pero sin futuro, de qué hubieran servido las palabras. Serían otra carga de la que habría que desprenderse a fuerza de fármacos porque ahora viajaban en direcciones opuestas y el visitante sabía lo que eso quería decir: nunca más. Desde que se produjo el desajuste vivían un presente sin memoria sensible. El dominio de las distancias había obligado a desfigurar las emociones. No había nada que preguntar. Ellos ya habían heredado ruinas y debían manejarse con identidades a préstamo.  Una hormiga pasó debajo de su bota bajo el piso de vidrio. Dio varias vueltas entre los guijarros pálidos y se perdió en un agujero. ’Camponotus mus. Aún saben dónde van y cuál es su misión, es la memoria intrínseca de su especie’, pensó. ‘Debo grabar eso y desarrollarlo, la teoría puede ser interesante’. Hormigas todavía quedaban, de varias clases. Abejas no. Algunos científicos y la mayoría de los charlatanes aseguraban que su desaparición era la causa del desajuste. En la polémica sobre las razones que lo produjeron, ese era el único punto en el que los pasquines amarillos y las publicaciones científicas  estaban de acuerdo.  -El Estado invierte mal sus recursos, es…-. Mientras hablaba, el hombre de la bata blanca lo miró fijamente pero desistió de terminar la frase. No parecía cansado, ni sorprendido, ni siquiera molesto con la visita. Solo transmitía aburrimiento. Un tedio espeso que le hundía los ojos y lo dejaba con las frases a medias. Ese era su trabajo. Era probable que llevara mucho tiempo en el Cubo 4. El visitante había visto a muchos como él, casi todos los asignados en las estaciones de control del Meridiano 29 tenían el mismo aspecto y hablaban de forma similar. Eran funcionarios de frontera de quinta o sexta categoría con cara inexpresiva, mirada fija y ojos secos. El visitante pensó en chasquearle los dedos frente a la nariz: uno, dos, tres, ¡despierta! Pero se contuvo. La broma no sería bien recibida y aún sacaría menos del hombre de la bata blanca. No es que necesitara mucho de él, sólo el pase administrativo. Ese encuentro en el Cubo 4 no era más que un trámite que esperaba se alargara lo menos posible. Le desagradaban los exiliados de frontera, siempre les gustaba hacer sentir la pequeña dosis de poder que el sistema les concedía por gestionar la burocracia allí donde nadie quería estar.  -¿Usted no escucha la música?-, preguntó el funcionario. La negativa del visitante le hizo sonreír. Más bien torció la boca en una mueca inclasificable. Fea en todo caso. -Ya la escuchará…-, añadió hilando por fin una idea que no quedaba entrecortada en el aire. Por primera vez un brillo apareció en sus ojos pero enseguida bajó los párpados y volvió a ensimismarse en el paisaje muerto y arenoso en el que estaba incrustado el cubo de vidrio. El visitante percibió maldad en aquel relámpago que había cruzado los ojos del funcionario. El brillo del placer morboso que disfrutan los mezquinos ante la desgracia ajena. Fue fugaz pero definitivo. Ese era el rasgo de su identidad primaria. Manifestándolo había cometido un error que puso en alerta al visitante. Contra su voluntad comenzó a especular mentalmente sobre si el hombre de la bata tendría o no tatuajes. Intuyó que debía deshacerse de esos pensamientos. El funcionario estaba utilizando un método simple para tomar control y extraer más información de la que había recibido. Trató de volver a concentrarse en T. sin conseguirlo. A pesar de sus intentos por salir del espectro de influencia, su mente seguía especulando sobre los tatuajes. No, no tenía, estaba casi seguro. Su piel era demasiado fina y transparente. No los hubiera soportado. Era solo una conjetura pues no alcanzaba a ver más piel que la de las manos y el rostro que asomaba sobre el cuello rígido y alzado de la bata.   La hormiga acudió en su ayuda cuando volvió a pasar debajo de su bota consiguiendo que desviara su atención de los pensamientos que el funcionario trataba de infiltrar en su cerebro. Salió a toda velocidad del agujero por el que había entrado unos minutos atrás. El visitante estaba seguro de que se trataba de la misma hormiga. No había visto ninguna otra y era fácil advertir que aquel hueco entre los guijarros no era un hormiguero. Detrás de la hormiga apareció una araña de patas largas que quedó aprisionada entre la tierra y el piso del cubo de vidrio. Durante unos segundos contorsionó el cuerpo tratando de adaptarlo al espacio para poder avanzar, pero era demasiado grande y tuvo que retroceder. Quedó agazapada en la entrada del agujero esperando que la presa volviera.  La esperanza es un mal universal, pensó el visitante. Ninguna fuerza es tan irracional. Lo más probable es que la hormiga hubiera aprendido y memorizado la lección. Aún conservaba el instinto de su identidad primaria. No regresaría. Estaba convencido de que por ningún motivo cometería el mismo error. Y la araña sería capaz de morir de hambre a la entrada de su agujero, confiada y expectante, aferrada ciegamente a la esperanza de ver a su presa regresar a la trampa. Las arañas son hábiles y laboriosas pero menos inteligentes que las hormigas. La esperanza y la razón discurren por caminos diferentes que no se cruzan. Si en aquel duelo tuviera que apostar por alguien, definitivamente el visitante apostaría por la hormiga. La voz del funcionario lo tomó por sorpresa cuando dijo ‘aquí’, mientras se descubría el costado derecho del cuerpo subiéndose la bata. El visitante levantó los ojos del suelo y alcanzó a ver un tatuaje que se extendía desde la axila hasta más allá de la cadera, perdiéndose bajo el pantalón. Una serie intrincada de dibujos que debían contener algún código que no llegó a descifrar porque enseguida el hombre dejó caer la bata y volvió a sentarse. El visitante sintió un escalofrío y se enderezó en la silla. ¿Por qué había hecho eso? ¿Por qué había saltado los protocolos tomando el control para hacerle pensar en el tatuaje y después mostrárselo como prueba de que lo había conseguido? Él no escuchaba la música. Sólo los psíquicos y los deficientes escuchaban la música. Los primeros aún podían contar con ser asignados a labores despreciables. Los deficientes no tardaban mucho en desaparecer, mantener inútiles resultaba demasiado caro. El incidente tenía que ser una simple casualidad. Pero el visitante sabía que atribuir lo inesperado a la casualidad es otro mal universal. La casualidad, como la esperanza, no calza con la razón. Menos aún en la línea del Meridiano 29 donde las variables fortuitas habían sido excluidas. -Si está aquí algo habrá hecho…usted está empezando a escuchar la música…-, la voz del funcionario no era incriminatoria ni transmitía ningún juicio de valor. Sonó atonal e higiénica, como de relleno. El visitante lo miró fijamente y dejó pasar la frase. Nada era muy diferente de lo ensayado en los entrenamientos. Nada, salvo el hecho de extralimitar el procedimiento regular del trámite y haber tomado el control. Aquello era definitivamente un error. Debería reportarlo. Pero decidió no hacerlo. Corría el riesgo de quedar varado mucho tiempo en el Cubo 4 hasta que el proceso fuera reprogramado en otro punto del meridiano. Nadie salvo tipos como el hombre que tenía enfrente aceptarían trasladarse de un momento a otro al borde del Meridiano 29. El visitante se impacientaba. El trámite se estaba alargando de más. Sacó su celular de uno de los bolsillos interiores del chaleco y lo colocó sobre la mesa. El hombre de la bata blanca dobló un poco la cabeza y se irguió imperceptiblemente. El visitante sabía que debía blindarse, algo en aquel gesto sinuoso le recordó a una cobra cuando estudia al enemigo antes de decidirse a atacarlo con un movimiento rápido.  -Ya se jugaron todas las revoluciones y el Estado continúa invirtiendo mal sus recursos, usted es un claro ejemplo… -, insistió. El visitante no contestó. Hacía ya un buen rato que quería terminar con las amenazas enigmáticas y las frases inconclusas del funcionario. Cerró los ojos para evitar una nueva interferencia. Hasta que por fin el hombre se puso de pie y colocó el índice y el pulgar de la mano izquierda sobre la pantalla de su dispositivo. Un triple sonido agudo anunció que los datos habían sido comprobados con éxito. Tenía vía libre. Antes de salir, el hombre de la bata blanca se roció la cabeza con un spray y se puso un overol que se infló ligeramente al contacto con el cuerpo.  -Antes de pasar al siguiente meridiano, acepte que las singularidades son supuestas y repase sus notas. Sabe que todo está allí. No tendrá más oportunidades-, dijo girándose hacia el visitante mientras cerraba la puerta. El visitante aún continuó en la silla viendo cómo el funcionario se alejaba al otro lado del vidrio. Llevaba las manos metidas en los bolsillos y al caminar levantaba polvo amarillento. Pronto desapareció entre las ráfagas de nubes compactas que producía el fuerte viento arenoso. Contra todo pronóstico la hormiga volvió a pasar debajo de su bota dirigiéndose como una estúpida hacia el agujero. La araña apenas tuvo que estirar dos de sus patas. Y enseguida desapareció en la oscuridad asegurando bien a su presa.

  • La fábrica de hélices

    Nada de lo que me dijeron era verdad, pero al final todo fue cierto. Se tarda mucho en aprender que hay futuros que no llegan nunca. Por más que se trabaje para levantarlos están condenados al embrionaje y al desapego reaccionario. Imagino que mi fascinación por las construcciones empezó aquí: Entre los hierros, cuando acompañaba a mi padre a visitar las obras. El Nadador siempre aplicó su talento y esfuerzo a empresas concretas: Las grúas: Las vigas y los puentes: La fábrica de hélices: Todo lo que se levanta se caerá. Y la memoria se acaba. La fábrica que tiene la misma edad que yo quedó en desuso. Los barcos siguen yendo hasta donde llega la furia, hasta donde los barcos llegan antes de regresar. Van y vienen con otras hélices, como antes de las hélices les bastaba el viento en las velas y el músculo y el sudor de los remeros. Supe por Internet, como todo se sabe por Internet, que se demolió la fábrica. Construirán casas para las buenas gentes de la ciudad donde por casualidad nací por el azar de que a mi padre lo destinaran a hacer obras como esta. Será otro ingeniero quien levantará los nuevos edificios. Los ingenieros pasan. Será otra memoria la que algún día recuerde al ingeniero que se empeñó en esas nuevas construcciones. Qué distinto y lejano el blanco y negro de la foto de la fábrica en construcción frente al azul brillante y frío del mismo cielo en la imagen que registran los mapas digitales. Después escombros. Hay cosas que en las familias no se dicen. Y otras que sí, por llenar el tiempo, como hablar del clima o de lo buenas que fueron aquellas lejanas vacaciones que tienen color de diapositiva y algún registro en súper ocho durmiendo durante décadas en el fondo del mismo armario. ¿Sabes lo poco que ocupa una vida?, te decían. Para el viajero cabe todo en una maleta y un par de cajas. Después te mueres y te terminas de morir cuando desapareces de la memoria de los otros. Así se enseñaba en casa, sin secretos, bastaba el no decir y los silencios para aprender que los niños y las flores del jardín crecen mejor si han sido abonados con estiércol. Un día cierras la puerta y no vuelves atrás. Hasta que no hay más tierra y el límite te obliga a detenerte. A mirar alrededor y reconocerle a la ironía lo sutil de la jugada, porque puedes ir hasta el fin del mundo y aún allí tendrás que dar explicaciones. La orfandad se vive como se puede entre las conjeturas y las hipótesis. Todavía no sé si es más fácil creer en que alguna vez existió la fábrica de hélices o en el abrazo del ingeniero que aparece y desaparece en las fotografías apiladas en las cajas. - DEMOLICIÓN DE LA MEMORIA

  • Sylvia Velasco Oiticica. Enhebrar y esculpir el tiempo

    Sylvia Velasco Oiticica es una artista visual francesa de larga trayectoria. de dos metros de altura, es el resultado de su forma particular de pensar y enhebrar el tiempo. por Silvia Veloso A lo largo de tu obra has experimentado con distintos materiales, cera, óleo, acrílicos y numerosos

  • Un lado a cada lado de la palabra ella partida en dos

    Ella extraña en el espejo un color que aparecía a la altura de los ojos. Extraña que el baño sea sólo espejo. Encontrarse en un olor desconocido, en un reflejo en el que debe adivinarse. Cada vez más tenue. Como si se desvaneciera. Es el polvo de tus muertos, escuchó alguna vez. Alguna vez parece antes de ayer, pero ha pasado mucho tiempo porque ella es tiempo prestado. Tiempo heredado y de reserva que dejó en custodia para que no pudiera escapar. Pero escapó.   Entonces se acurruca. Se tiende a esperar en el suelo. Y el cuerpo grita. Soy el cuerpo , dice, ¿no me reconoces? Ella cierra los ojos para decir no. Los aprieta como una puerta que se cierra para siempre. Las llaves van pasando de bolsillo y detrás se empujan los muertos. Golpeando. Pero el sonido que silba en el oído es más fuerte y los golpes se pierden en el ruido blanco del audífono.  Todas las deudas pendientes están saldadas, cómo entonces el debe aumenta. El haber son hojas caídas de los árboles. Restos en bolsas negras que parten en camiones de basura. Quién sabe dónde. Lo sabe bien. Es el espejo quien habla al público de los espejos, van al vertedero. Donde las queman. Como las cenizas de tu padre. Como el polvo de los huesos de tu madre con el que te atragantas al desayunar. Como el cuerpo carcomido de los que están próximos a irse al otro lado de la puerta. A nuestra gente se la lleva el tiempo. Y los borra. Su piel se eriza. Eso fue un escalofrío. Y se encoge más. Se aprieta tratando de juntar las partes. Que los pies no se marchen por el pasillo. Que las uñas no le arañen la cara. Que la cabeza no flote a la altura del lavabo. Ella tira de la cuerda y la devuelve a su lugar. Sobre los hombros. Queda al revés, mirando por la espalda. Todos los días son una destrozo. Las palabras dejan frío al paisaje. Sólo la dinamita lo conmueve. Entonces ella parte la palabra el-la en dos. Construye. Se concentra en decidir de qué lado debe colocarse. Ningún pensamiento se mueve. Cada idea se atrinchera esperando el jaque. Para acordarse corta un mechón de pelo y lo guarda en una caja. Así sabrá a qué huele su interior. Ponerse trampas es anticipar los duelos. Le responde una polilla que sale del armario de su cuerpo. Revolotea y se estampa varias veces contra la lámpara. Después se queda quieta y la mira desde el techo. Tiene muchos ojos. Ella sólo dos. Ambas sienten asco.  La metralla en el oído aumenta, estalla y hace silencio después. El baño es un cubo hermético, como un taper de cocina, un lugar seguro para pasar de página. Así se entiende lo sobre entendido, qué lado es cada lado de la puerta. Qué parte del cuerpo se llevarán esta vez. No se puede hacer verbo de las grietas que rasgan las juntas de los azulejos por donde se escurre el agua ni regar la raíz de los itinerantes. Raíces leves y aéreas como las de las plantas parásitas que se aferran a cualquier árbol para sobrevivir.. La flor extravagante es solo parte de su circo.   Respira. Recuerda tus lecciones, recita en voz alta aunque no puedas respirar: “En 1650, Otto von Guericke inventó la bomba de vacío usando los Hemisferios de Magdeburgo. Von Guerick estudió los tratados de Pascal y Torricelli  sobre la presión atmosférica. Con su bomba hizo una espectacular demostración de la inmensa fuerza que puede ejercer la atmósfera. Ante un atónito grupo de colegas, mostró que cuando dos hemisferios de cobre de 50 centímetros de diámetro perfectamente ajustados se unen formando una esfera y se hace el vacío en su interior, ni siquiera dos postas de ocho caballos tirando de la esfera pueden separarlos”.  Era eso. La presión desollando la carne. La presión reventando los nudos de los nervios. Suelta el aire. Recuerda tus lecciones. Ella se extraña del vacío. De Magdeburgo. Le extraña ver a su madre con la esfera llevándose un dedo a la boca para indicarle que no hable. Cállate,  dice. O mátate. Sólo el silencio dignifica . Después la madre se arregla las cejas, llena la bañera y se tiende dentro con cara de muerta para que alguien cierre el ataúd. Suficiente. Ella desconecta el audífono. Hay un lado a cada lado del ruido. Todavía hay un lado a cada lado de la palabra ella partida en dos. Cierra los ojos porque cerrar los ojos es no. Y los aprieta en un no definitivo. Hora de recoger las sobras. Dejará un reguero de migas para orientarse. Cuando consiga levantarse se duchará. Se restregará bien el cuerpo con jabones y perfumes antes de vestir la máscara. A partir de ahora llámame A. Porque me estoy reduciendo. Man Ray - Sin título [Mujer con los ojos cerrados] c. 1928

  • La ropa que dejaron nuestros muertos

    Texto, imagen y videocollage (El Desencanto) - Silvia Veloso

  • Kula Shaker, suicidio mediático

    Silvia Veloso KULA SHAKER K - 1996 1997 1997 1996 Si tienes una lista para recomendar (propia o ajena

  • La soledad era esto

    Silvia Veloso a CVC

  • Precariat, dime en qué trabajas…

    Roma no cayó en un día. Quizá aún está cayendo y es ese derrumbe el que nos arrastra. La decadencia es un proceso de carcoma cultural que puede demorarse mucho tiempo. Quién sabe si los mismos romanos lo vieron venir, la historia se cuenta a posteriori y siempre con otros ojos. Roma creció y se hizo fuerte gracias a la ingeniería de una cloaca. Siglos después, la presión en las fronteras, una nueva religión de Estado, la continua devaluación de la moneda, varias sequías y erupciones que afectaron al clima y sucesivas plagas de viruela y peste, la llevaron al colapso. El agua dejó de correr por los acueductos, las cadenas de producción y distribución de alimentos se fragmentaron provocando hambrunas, degradación del trabajo y revueltas y gran parte de la población urbana del imperio abandonó las ciudades. Algunos historiadores no creen que los procesos se repitan. Desde esa perspectiva, cualquier parecido de la caída de Roma con la actualidad es mera coincidencia (y algo más de tecnología). Rescato este texto a raíz de una noticia de principios de septiembre de 2023: Gizmodo España cierra, despide a toda su plantilla y la sustituye por una IA. La división española de Gizmodo (influyente weblog de tecnología) fue despedida a través de una video llamada y ahora la web se actualizará mediante la autopublicación de traducciones de la matriz inglesa. Historias como la de Gizmodo generan el tipo de titular viralizado que desaparece después de sorprender por unos días y que se buscará en hemerotecas digitales cuando los estudiosos del futuro indaguen sobre los primeros síntomas de fenómenos que tuvieron su origen mucho tiempo atrás. Lada Koroleva, es de Rostov-on-Don, tiene poco más de veinte años y dos hijas pequeñas. Lada, su marido y las niñas viven ahora en Moscú. Durante la pandemia decidieron mudarse en busca de oportunidades. Lada hace repartos en la capital. Es duro cargar a la espalda la gran caja mochila del Delivery Club y llevar de un lado a otro a las niñas, pero cree que tiene suerte por haberse marchado de Rostov antes de la guerra. Hace un par de años alguien que la vio en un vagón del metro con las pequeñas en brazos y la enorme caja de reparto tomó unas fotos y las subió a la red. Enseguida las imágenes de Lada se viralizaron más allá de Rusia. Cuando Julia dejó Roma con sus dos hijos lactantes, la noticia de su partida no pasó de un comadreo dentro de los límites del barrio. Fue la casera quien se encargó de propagar chismes e insultos porque la panadera viuda se escabulló dejando sin pagar siete meses de alquiler. El marido de Julia no conoció a los mellizos, murió poco antes de que nacieran tratando de defender la ciudad de uno de sus múltiples saqueos. Desde que Genserico tomó Cartago, los suministros de trigo de África dejaron de llegar a Roma con regularidad. De un día para otro la ordenada vida de Julia la panadera comenzó a desmoronarse. Sola con los mellizos, sin trigo ni trabajo. Apenas en unos meses todo eran deudas. Miel Gibson, solo para corazones valientes. Profesora chilena con cuatro hijos y desempleada durante la pandemia lanza marca creativa de miel para sustentar a la familia. La iniciativa es modesta y casera, pero ayuda a mantener los gastos de los chicos y la casa. Muy lejos de Santiago, el pequeño y creativo emprendimiento llega a oídos de los representantes de William Wallace. Desde California, los abogados de Braveheart intiman a la maestra para que en 48 horas retire del producto la imagen del actor si no quiere enfrentar acciones legales. De repente, la feliz idea parecía transformarse en un caso de David y Goliat del capital contemporáneo. Para los entusiastas del pensamiento positivo este sería un claro ejemplo de que la crisis siempre puede ser una oportunidad (para quien sepa aprovecharla). Quizá no es la época, al menos en determinados países y entornos, en la que las condiciones laborales son más precarias pero sí tal vez el momento en el que las condiciones adquiridas se degradan con más rapidez. El cruce de acontecimientos recientes ya ha hecho impacto y puede dar lugar a la materialización extendida y crónica del precariado. Forzando más la conjetura, nos encontramos en un punto en el que los nuevos paradigmas y el desarrollo tecnológico y de IA harán replantearse la naturaleza, el sentido, el valor y hasta la propia subsistencia del trabajo. Cuando aparecieron las primeras fotos de Lada Koroleva en redes, los productores enseguida identificaron una buena historia. En varias entrevistas de prensa y en un talk show de televisión, la chica dijo que comenzó a trabajar en el delivery cuando el ejército reclutó a su pareja para hacer el servicio militar. Con lo que ganaban no conseguían sustentar a la familia. No tenía ni aún tiene con quién dejar a sus niñas y esa es la razón por la que las lleva de un lado a otro mientras trabaja. En otra entrevista, Lada contó que buscaba apartamento y solicitaba ayuda. Quería separarse porque su marido no colaboraba en nada. Cuando regresó del servicio militar no hacía otra cosa que jugar videogames y fumar tirado en el sillón. Estaba harta. Lada recibió algunas donaciones, la gente no podía dejar de conmoverse viendo a la joven madre trabajando de sol a sol acompañada por las niñas. Al poco tiempo el ejército se llevó a su marido al frente. De momento sigue vivo, pero está completamente desquiciado. Las niñas lo detestan, sus visitas de permiso son un infierno. Julia no llegó muy lejos. Pensaba regresar a su aldea en el Piamonte donde aún tenía familia y las plagas hacían menos estragos. El trayecto era peligroso, pero no tenía opción. Se unió a una caravana de comerciantes y desplazados que avanzaba por caminos secundarios apartados de las vías troncales. Al verla caminando con las dos criaturas y cargando un enorme fardo en la espalda, una mujer le hizo lugar en su carro. Llevaba salazones de pescado y ella misma parecía una sardina seca. La caravana se dirigía al norte. La misma ruta por la que los invasores bajaban hacia el sur. Tras el impacto mediático del caso, la profesora chilena Yohana Agurto multiplicó sus seguidores en Instagram y las ventas de Miel Gibson. Los representantes de William Wallace únicamente solicitaron retirar del producto la imagen de Braveheart. El frasco de miel con la etiqueta original que generó el conflicto es hoy un objeto de culto y la profesora chilena recibe pedidos también del extranjero. Pero antes de llegar a ese punto no todo fue miel sobre hojuelas. Tratando de sacar ventaja, una empresaria desaprensiva registró la marca un día antes de que lo hiciera Yohana Agurto. Precariat o precariado suena a sociedad secreta, a secta, a herejía del siglo XII. La palabra es un neologismo que combina precariedad y proletariado. El término se popularizó a partir de la publicación en 2011 del libro The Precariat: The New Dangerous Class de Guy Standing, profesor de economía de la Universidad de Londres y uno de los promotores de la renta básica universal. Ya aparece en el peculiar Manifesto Bio-Pop del Precariato Metroradicale de 2004 y Chomsky también lo utiliza en el artículo Plutonomy and The Precariat publicado en 2012. El precariado es una nueva estructura de clase social emergente que surge del capitalismo de flujos intensivos impulsado a partir de los años 80 por el modelo económico neoliberal y sus políticas de libre mercado y flexibilización del trabajo. El precariado lo integran personas que rechazan el antiguo consenso y los esquemas políticos establecidos en el siglo XX. Este fenómeno no es un accidente ni el reflejo del fracaso del sistema económico, si no un efecto proyectado por el propio modelo. La abertura globalizada de mercados que se aceleró expansivamente en los años 90, incorporó más de dos mil millones de personas a las nuevas cadenas de producción, triplicando por tres la mano de obra disponible para la industria en un breve período de tiempo. Las expectativas salariales de los trabajadores de países asiáticos emergentes y lo que estaban dispuestos a aceptar por su trabajo, muy inferior al costo laboral de las grandes economías de Occidente, colocó gran presión al estancamiento o a la baja sobre los salarios en los países desarrollados. A partir de entonces comenzó a producirse una brecha de desigualdad creciente entre quienes reciben ingresos por rentas del capital y quienes los reciben por el trabajo. Si todos los caminos conducen a Roma, todas las causas que han terminado por desencadenar estos desequilibrios provienen de los excesos del sistema. Un sistema que sabe tenderse sus propias trampas, movimientos y contramovimientos y terminar por fortalecerse en sus maniobras correctivas. La pandemia fue un impase muy oportuno que permitió experimentar algunos formatos de trabajo, implementar y dar curso acelerado a la implantación de desarrollos y procesos tecnológicos y de IA y medir el impacto sobre procesos y dinámicas sociales. La recuperación o no de los niveles de crecimiento de China, el papel que finalmente juegue India y la forma en la que Estados Unidos pueda o no mantener la hegemonía, definirán los próximos acontecimientos en un ciclo de globalización que ha demostrado salirse del carril, ser algo menos predecible y por el momento permanecer desacelerado. Para Standing, el empleo temporal o inseguro no es el único factor que define al precariado. Señala como condiciones aun más relevantes, la ausencia de una identidad ocupacional que proporcione una narrativa de vida, la falta o pérdida de acceso a prestaciones sociales y una continua merma de derechos. Se trata además de la primera clase emergente en la historia con cualificación superior al tipo de trabajo que desempeña y se caracteriza por estar sometida a una constante sensación de vértigo e incertidumbre que produce estrés y ansiedad, además de una violenta ira. El precariado no es homogéneo, integra grupos de origen diverso, hijos de la clase obrera tradicional relegados de las oportunidades de trabajo y golpeados por la globalización, emigrantes y minorías desadaptadas en su entorno y jóvenes con formación universitaria superior que en los engranajes del sistema no consiguen concretar las expectativas que el propio sistema prometía. Los dos primeros tienden a ser más permeables a los discursos populistas y nacionalistas de la extrema derecha emergente aun cuando puedan formar parte de minorías. El tercer grupo suele buscar respuestas en el extremo opuesto, reniega del stablishment y se manifiesta en contra de todas las estructuras del consenso político y económico establecido. 2008 inició el cierre de un ciclo. En los años que siguieron, la economía dopada a base de imprimir e inyectar dinero dio una falsa sensación de recuperación que eclosionó con el mismo tipo de respuestas y estímulos que se viabilizaron durante la pandemia cuando se paralizaron casi por completo las actividades. La expansión de la economía de plataformas, el avance hacia la automatización y especialmente el desarrollo de la inteligencia artificial, está impactando no solo a la mano de obra no cualificada, paulatinamente va desplazando también a profesionales del segmento salariat, personas asalariadas con formación y conocimientos específicos cuyas habilidades comienzan a ser remplazadas por algoritmos cognitivos. La evolución de este capitalismo algorítmico puede contribuir a que la función del Estado continúe diluyéndose o bien, por el contrario, a que el control estatal se intensifique y avance hacia modelos de corte autoritario. De forma puntual y en relación al trabajo, casos como el reciente despido de la plantilla de la versión en español de Gizmodo permiten vislumbrar los efectos que a no muy largo plazo estas tendencias tendrán sobre el empleo. Phillip Brown, autor del libro The Global Auction, habla de un proceso de taylorismo digital indicando que gran parte de la fuerza de trabajo que antes era contratada por su expertise y talento está siendo estandarizada lo que continuará llevando los salarios a la baja reduciendo oportunidades y crecimiento. Como sucedía en las subastas de actividades temporarias para mano de obra no cualificada en los grandes puertos de Europa durante el siglo XIX, en el futuro próximo la forma habitual de acceder al trabajo puede generalizarse adoptando el modelo bajo demanda o por subasta, oportunidades por hora, por día, por proyecto. Ya es un hecho en el formato call on que utilizan las principales plataformas de servicios (Uber o Airbnb) o en las que conectan la demanda de talento con trabajadores freelance descentralizados (UpWork o Toptal). Para Damon Silvers, abogado y asesor que ha ejercido varios cargos públicos en la administración norteamericana, a medida que se incrementa la automatización productiva e intelectual y entramos en la lógica de la digitalización, en la relación que juega el capital, el trabajo y la tecnología, el empleo puede ir conformándose como una sucesión de tareas de corto plazo cada vez más sustituibles. Jeremy Rifkin, economista, activista y teórico social, va un paso más allá. Considera que la precarización es un período intermedio que desembocará en una era sin trabajo. La expansión de la robótica, la inteligencia artificial, la automatización y el control de la información y de los datos, dará paso a una economía que podrá prescindir casi por completo de fuerza de trabajo humana. En ese escenario, la renta básica universal será imprescindible, se necesitarán nuevos y muy diferentes modelos de consenso y un profundo cambio socio-cultural y político que horizontalice las estructuras. Para Rifkin, la respuesta a la crisis climática, a la disrupción del ecosistema y a la desigualdad creciente en la distribución de riqueza es la economía colaborativa, de costo marginal cero, que deje atrás los combustibles fósiles y se sustente en energías renovables. Para economistas más carnavalescos, en ese futuro sin trabajo, el pan y circo del momento serán la renta básica, las drogas y el entretenimiento gratis. Es decir, una vuelta más de tuerca con la que el sistema se reconduce a sí mismo manteniendo la jerarquía y hasta reduciendo las castas: los que reciben y los que otorgan la renta básica universal. Si las últimas décadas no fueron el fin de la historia, tal vez hayan abierto la puerta al fin de la clase media . Lada Koroleva fue acusada de fraude por algunas personas de las que recibió donaciones. Se dijo que aprovechaba las redes e inventaba historias sobre su separación y desamparo para sacar dinero a costa de la buena voluntad de la gente. Sus perfiles en redes son confusos. Tras la funa, la chica hizo su descargo en un programa de televisión diciendo que la vida le había enseñado que es mejor recibir ayuda solo en forma de trabajo pues cuando el apoyo llega en dinero, no hay manera de evitar sospechas. Según sus declaraciones, ahora tiene otro hijo, por la noche trabaja en una floristería, limpia apartamentos y continúa ocasionalmente con el delivery para completar la renta. Aunque su objetivo es dejarlo en algún momento para que los niños, que han vivido así desde que nacieron, no tengan que seguir trabajando ni desperdigados a cargo de desconocidos o familiares. Ocasionalmente han aparecido en Instagram nuevos llamados a transferir dinero a una cuenta bancaria para ayudar a Lada Koroleva y sus hijos. Hasta la fecha, no se sabe si ella tiene alguna relación con esa iniciativa ni si su marido sigue vivo o cayó en el frente. Julia sin apellido se perdió en el tiempo como la mayoría a lo largo de la historia. La vieja sardina salada y tiesa la entregó por unas monedas a la retaguardia de abastecimiento del grupo de invasores que los interceptó no muy lejos de Roma. Los mellizos se los quedó. Parecían sanos y robustos, tendría oportunidad de sacar mejor tajada vendiéndolos por buen dinero en otra ocasión. Tan pequeños, de nada le servían al ejército. Yohana Agurto, la profesora chilena del pequeño emprendimiento, supo de primera mano lo que significa la mezquindad. En su caso, los abogados de William Wallace ejercitaban un derecho protegido por la ley y a fin de cuentas, el episodio terminó bien y con acuerdo. Por el contrario, con la empresaria oportunista tuvo que contratar a una abogada para defender su marca en tribunales. El pleito debió terminar a su favor pues Yohana continúa vendiendo en redes siete u ocho variedades de miel Gibson. Pasados un par de años, su caso no es mucho más que la anécdota olvidada de lo que un día fue un buen titular, el mismo destino que la velocidad mediática reserva a los empleados de Gizmodo que fueron despedidos por video llamada a principios de septiembre. Dime en qué trabajas… Al otro lado de las historias cotidianas, la superposición simultanea de crisis como crisis sistémica parece una conjunción astrológica de mal agüero. Crisis retroalimentada por la sensación y el discurso de crisis. Al menos desde el punto de vista occidental, el que tenemos más a mano y de cuyo cuadrado mental nos resulta complejo salir, porque mientras nosotros especulamos los chinos trabajan. Y el futuro está, si está y aun fuera una posibilidad disponible, dios sabe dónde. Roma no cayó en un día. Nosotros tampoco lo haremos y si caemos tal vez ni siquiera debamos lamentarlo. O sí. En el ruido de la batalla global de narrativas, el sistema se encuentra en un punto de inflexión y reajuste. Un ajuste que no atiende a ideologías si no al desgaste de los ciclos económicos y a la evolución e intereses de quienes dominan o intentan dominar los recursos, el aparato productivo y el desarrollo tecnológico. Ante todo la economía, el resto es literatura. Delivery Club es la empresa de reparto para la que alguna vez trabajó Lada Koroleva. En una de sus campañas empapelaron Moscú con un eslogan que decía: ‘tu pedido te lo entregará un profesor de literatura”, idem ‘una artista galardonada”, ídem “un periodista”. Cuando lo leí me acordé de la época en que vivía en Buenos Aires. Los argentinos son expertos en crisis y reconocidos por su talento y creatividad publicitaria. Allá por el 2000, más de veinte años antes que los anuncios de la empresa rusa, en los letreros del techo de los taxis de la capital circulaba una campaña de Páginas Amarillas con el siguiente mensaje: “Arquitectos, acá (refiriéndose al conductor del taxi) o en Páginas Amarillas”. “Ingenieros, acá o en Páginas Amarillas”. “Abogados, acá o en Páginas Amarillas”. Una campaña simple, tragicómica, lacerante, de alto impacto y que en su momento para nadie pasó desapercibida. Los entusiastas del pensamiento positivo dirían que la creatividad morbosa también puede encontrar en la crisis una oportunidad de éxito. Versión del texto publicado en revista Saposcat Precariat trabajo precarizado

  • Au fil du temps - Esculturas de Sylvia Velasco Oiticica

    Tratándose de la mano de Sylvia Velasco Oiticica, la cosa es de tal manera evidente que impresiona de Leer > Enhebrar y esculpir el tiempo - entrevista a Sylvia Velasco Oiticica, por Silvia Veloso

  • ¿Y usted?

    [Quizá] Usted, como yo, no es palestino ni israelí. No es musulmán ni judío. Ni árabe ni semita. Usted tal vez es creyente, ateo o agnóstico, aunque como yo, cualquiera que sea el caso, no puede eludir y acepta que su fondo de armario y los cimientos de su estructura mental están profundamente anclados al andamiaje cultural de los dos mil años de Occidente cristiano que lo rodea. Usted no es practicante ni devoto, aunque tiene los libros sagrados de las tres grandes religiones en la biblioteca. Los ha leído. Sabe muy bien que no ha llegado al fondo ni entendido el espíritu profundo de cada uno de ellos, porque le falta fe, pero los respeta y los encuentra deslumbrantes. Usted es un observador en la marea tempestuosa, bienintencionada, malintencionada y superficial de las redes. Allí tropieza con ángeles y demonios, muchos jueces, seres virtuosos y malvados sin matices que a menudo cambian de rol o de papel según el púlpito desde el que pontifica el emisor. Usted navega a ciegas en la oscuridad del escepticismo, ese mal que sabe que lo aqueja. A veces siente envidia de quienes no dudan jamás. La eterna batalla es luz-oscuridad pero en ese conflicto binario también hay espacios ambiguos por los que la noche y el día se transitan. Usted trata entonces de informarse, lee varios diarios y periódicos de signo y sesgo diferente. Ve CNN y Al Jazeera. Intenta discernir y separar información de propaganda. Y no lo encuentra fácil. Intuye que cada parte omite una parte y atiende a sus razones y usted, pobre espectador, siente que fracasa, porque sabe que nunca conseguirá unir y ver el todo por sus partes. Que la Verdad está en boca de todos y en manos de nadie. Usted se pone manos a la obra, lo intenta. Indaga, profundiza, trata de aprender. Lee sobre la caída del imperio otomano, llega a la Declaración Balfour, a los acuerdos de Sykes-Picot y a la traición de las promesas incumplidas al jerife Hussein y a su sueño de la gran nación árabe. Ha sabido del proyecto del nuevo corredor comercial euro-asiático que, partiendo en India, incluiría a Arabia Saudí, Israel, Jordania y Egipto reventando el Belt and Road de China y dejando fuera a Irán. Usted intuye que hay cuestiones complejas y que por más que lea y vea no puede fiarse de nada porque la Historia tiene tantas caras como la verdad, esa Verdad con V inaprensible que no existe y en cuyo nombre se amparan y se justifican los grandes destrozos humanos. Usted vive a miles de kilómetros, está muy lejos de los campos de batalla pero la batalla resuena y estalla en todos los rincones de su casa, se cuela en el desayuno, atrapa y retuerce sus ideas. Sabe también que por estos días, un millón de afganos han sido deportados sin compasión de los campos de refugiados de Pakistán. Sabe que la guerra en Sudán ha desplazado en medio año a siete millones de personas. Pero quizás usted, como yo, se levanta y acuesta con la atención absorta en otra región del mapa. Y se sorprende y enoja consigo mismo tratando de entender por qué hay dolor y sufrimientos que se sienten más próximos, intenta identificar cuáles son los mecanismos de la herencia cultural que determinan la intensidad de nuestra empatía y de cómo nos involucramos en unos o en otros conflictos. Ahí bucea revolviendo los trapos de su fondo de armario en búsqueda de respuestas. Porque quizá usted, como yo, no es activista ni académico. Ni siquiera experto. Es apenas un trabajador de industria, comercio u oficina. Ha leído algunos textos de Arendt sobre el mal, también varios de los bellos poemas de Darwish. A pesar de sus pocos elementos sabe que generalizar no es un formato inteligente de abordar las cosas, que Marruecos no es lo mismo que Indonesia, ni Italia la hermana gemela de Perú. Procura dar forma a su opinión con argumentos razonables y trata de alejarse de subjetivismos. Pero intuye que la razón reparte y que finalmente son las emociones las que inclinan la balanza. Las emociones que ante los distintos nombres de todos los horrores no encuentran asidero, ni economía, ni política, ni historia ni religión que legitimen las pilas de niños muertos en esta, en aquella o en cualquier frontera o territorio. Ninguno de los caudillos caerá en las batallas que alienta embozado en su Verdad y su Razón, en sus iluminismos mesiánicos y en los muertos sin nombre que cada cual pone sobre la mesa. Y los días pasan. Los titulares y el eco de las voces se desinflan llevándose a los muertos viejos y a los muertos nuevos al olvido. El fiel de la balanza está roto. A quien tenga fe, le queda rezar. A quien no la tenga, ensayar una plegaria. O callar. ¿Y usted? Seguro que usted, como yo, lo último que busca es un catecismo o un eslogan. Seguro que siente tristeza y derrota. Y de sus lecturas, lo único que recibe es una bofetada de la Historia al comprobar que al hombre siempre le ha bastado un lápiz para cambiar los mapas según el siglo acomoda, sutilezas de cartografía cartesiana que el paisaje ignora mientras acoge sin distinción los cadáveres y los muertos de nuestra infinita torpeza. - Barbarie es un espacio para el pensamiento crítico que acoge diversas y divergentes posturas. Las opiniones vertidas son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan, necesariamente, los puntos de vista de esta publicación.

  • Guerra

    Palantiri son las siete piedras o esferas mágicas que en el Señor de los anillos permiten ver el futuro o escenas que ocurren en lugares lejanos o tiempos remotos. También comunicarse con quien tiene alguna de ellas en su poder. En la saga, parte de las piedras están en manos de las fuerzas del mal y, en consecuencia, las utilizan para ese propósito. Después volvemos sobre las Palantiri. Ahora el tráfico y los semáforos obligan a prestar atención. Los últimos días del verano austral son soleados y calurosos. Es la hora del almuerzo y las calles se ven más concurridas. En esas rutinas las ciudades se parecen. Aunque no son iguales. Incluso pasado un tiempo cada ciudad deja de parecerse a sí misma. Sigo el flujo impuesto en las intersecciones. Nadie mira a nadie, pero casi todos los peatones respetamos las reglas, el código que determina cuándo avanzar y cuándo detenerse. Nada extraordinario. En el caos urbano no se observa ninguna anomalía. Todo en su sitio, nada que indique algo fuera de lo común. Lo llamativo es que el año se inició con la palabra guerra infiltrándose en el relato mediático. Guerra más allá de Ucrania, del Sahel o Gaza, guerra como conflicto total, en el sentido amplio del término. Tiempo antes el concepto ya estaba presente en foros especializados de geopolítica y asuntos militares. También comenzó a aparecer en programas de análisis económico y financiero. Esto último es quizá la señal más alarmante. Igual seguimos como siempre, como quien oye llover. El 17 y 18 de enero la cúpula militar de la OTAN y los jefes de defensa aliados realizaron una cumbre en la sede de Bruselas para conversar sobre asuntos estratégicos, de seguridad global y sobre Steadfast Defender 24, los ejercicios que la organización ejecutará entre enero y mayo, los mayores que realizan desde la Guerra Fría. Durante la cumbre, tres de los principales comandantes de la cúpula militar participaron en una conferencia de prensa. Rob Bauer, Presidente del Comité Militar emitió entre otras, estas declaraciones: "Necesitamos que actores públicos y privados cambien su mentalidad de una era en la que todo era previsible, planificable, controlable y centrado en la eficiencia a una era en la que puede ocurrir cualquier cosa en cualquier momento. Una era en la que necesitamos esperar lo inesperado. [...] Tenemos que darnos cuenta de que no es un hecho que estemos en paz. [...] La gran diferencia con un año atrás, es que hay muchas cosas que han sucedido en las fuerzas armadas y en las organizaciones de defensa. Lo que aún no ha sucedido en nuestras sociedades es entender que es más que el ejército el que opera en un conflicto o en una guerra, es toda la sociedad la que se verá involucrada, nos guste o no”. Curiosamente en la sala de prensa se ven pocos periodistas, muchos asientos vacíos. Quizá eran los únicos medios acreditados, o tal vez a la mayoría el asunto no les interesa. El 3 de marzo, la portada del diario El País exhibió este titular de cabecera: Ningún conocido me hizo llegar un comentario. Puede ser que no lo leyeran, o que tengo pocos conocidos. En cualquier caso tampoco yo envié nada. Cómo vivía la gente los años y meses previos a la Primera y Segunda Guerra Mundial. Qué pensaban y leían. Qué soñaban. Qué análisis certeros o titulares sensacionalistas encontraban en los periódicos o escuchaban en los programas de radio. ¿Sería la gente de a pie consciente de lo que sucedía a su alrededor y más allá de sus fronteras, cambiaba en algo su vida cotidiana, sentían angustia o miedo? ¿Puede intuirse la guerra y si se puede, es posible imaginar lo que queda más allá de las ruinas? ¿Se puede inferir de los acontecimientos aparentemente inconexos que suceden en distintos puntos del planeta el germen de un conflicto como el que se vivió en aquellas tragedias mundiales? Estuvieran o no en los campos de batalla, neutrales o alineados a alguno de los ejes, ningún país salió indemne de la catástrofe. La década de 1930 fue compleja. Comenzó con el desastre económico al que arrastró la Gran Depresión del 29. Se sucedieron conflictos sangrientos como la ocupación japonesa de China y la guerra civil española. El imperio británico colapsaba y el nacionalismo se esparcía con rapidez por Europa y algunos países americanos. Italia incursionaba en África con ferocidad. Estados Unidos se atrincheraba en una neutralidad imposible tratando de salir de la depresión construyendo carreteras para reactivar la economía y el empleo. Alemania invadió Austria y Checoslovaquia sin que por ello hubiera reacciones o consecuencias relevantes. El mundo miraba para otro lado ante los avances del fascismo y las purgas comunistas. Stefan Zweig observó con desconfianza el ascenso del nazismo y anticipó de algún modo ese Anschluss que obligó a su país a integrarse por la fuerza en el Tercer Reich. En 1934 Zweig inició su exilio y comenzó a escribir El mundo de ayer, obra centrada en las dos primeras décadas del siglo XX, en las devastadoras consecuencias de la primera gran guerra y en parte de su experiencia personal. El libro termina con el inicio de la segunda guerra y debió ser esa melancolía ante la visión de un mundo que agonizaba en la violencia y caía a pedazos a su alrededor la que en 1942 le llevó al suicidio junto a su mujer Lotte Altmann en Brasil, un día después de que enviaran por correo el manuscrito a la editorial Bermann-Fischer Verlag. La Historia no se repite, pero los motivos y las fuerzas subterráneas que conducen al conflicto no se diferencian demasiado. La historia de la humanidad es la historia del comercio y de la lucha por el control de los recursos. Enmascarada bajo consignas nacionalistas, religiosas o ideológicas para movilizar a las masas, la guerra germina por causas similares y apunta a los mismos objetivos. Destruimos para reconstruir, para apropiarnos de un palmo más de tierra o mar que algo tiene de valor, para que la maquinaria y los negocios continúen funcionando. Sustituimos a fuerza de trauma modelos agotados. Ante la evidencia del factor económico que a lo largo de nuestra historia ha provocado el conflicto desorganizado primero y la guerra organizada después, podemos continuar engañándonos y atrincherarnos en la creencia de motivaciones en ocasiones utópicas y en otras delirantes o idealistas, pero si atendemos a lógicas más objetivas, sin pudor podríamos modificar el verso y decir: L'économie avant tout chose [...] et tout le reste est littérature. Cambian los hegemones y los polos de poder pero las razones y el modus operandi se mantienen casi intactos. ¿De verdad debemos prepararnos y pensar que se acabó esta especie de Pax Romana o las consignas de militares y medios masivos de este y del otro lado son faroles que persiguen otros fines, retórica y arengas discursivas dirigidas a electorados que deben participar en las numerosas elecciones que tienen lugar en 2024? Bauer habló de prepararse para una guerra total que tendrá lugar en algún momento en los próximos veinte años. Podría suceder en quince, siete o dos. El general no tiene una Palantir y quizá por eso se extiende tanto, o tal vez la tiene y sabe más de lo que cuenta. Es difícil no caer en el escepticismo. Los discursos de la propaganda mediática y la realidad a menudo no coinciden. Basta buscar algunos ejemplos. A pesar de las sanciones económicas tanto la Unión Europea como otros países occidentales continúan comprando petróleo ruso. Para que la impostura no sea tan evidente el crudo ha debido tener algún tipo de refinado en otro país distinto al de origen. El viejo continente ha jugado mal sus cartas, su malla energética es dependiente casi en su totalidad del exterior, está quebrada y su industria se hunde. Ante la súbita declaración de la controversial energía nuclear como energía limpia y la reactivación de las centrales de carbón en Alemania, el discurso flower power europeo hacia la transición verde y ecológica ya no se sostiene. Con toda la complejidad que tiene el conflicto, no se puede olvidar que frente a la costa de Gaza hay grandes yacimientos de gas muy interesantes para todos los involucrados. Si tenemos un problema con el suministro de petróleo y gas de Rusia nos amigamos con Maduro, la riqueza de Venezuela merece aguantarle las arengas soporíferas. Por su lado Maduro se deja querer, ya que el gran hermano ruso hace mucho tiempo que tiene la cabeza y sus intereses en otra parte. Según el estado de tensión, Israel compra petróleo a gran escala y discretamente a Irán, y este por supuesto, también discretamente, se lo vende triangulando vía Europa. En Estados Unidos la polarización está generando una fractura social que puede amenazar la institucionalidad y la democracia. Ante los posibles resultados de las próximas elecciones, desde la militancia de ambos partidos se han escuchado posturas que podrían promover acciones totalitarias de consecuencias inesperadas. China espera su momento sin descuidar imponer sus reglas en su zona de influencia, ya sea construyendo presas en el Mekong para controlar los flujos de agua y asegurar la producción de electricidad o extendiendo siempre un poco más allá sus pretensiones sobre el rico Mar del Sur de China. Corea del Norte va por libre jugando sola su Call of Duty particular en esa especie de Disney delirante que atisbamos en lo poco que sabemos y podemos ver del país. A África se la deja desangrarse en sus conflictos tribales y a merced de sus muchos dirigentes de opereta, de esa forma es más fácil que todos aprovechen a precio de saldo lo mucho que tiene para ofrecer. Los jugadores del llamado otro lado no son mejores que los de este, cada cual tiene su propia agenda. Nos quedan más lejos y nos resultan más herméticos, pero sería ingenuo pensar en una bipolaridad o multilateralidad segmentada en malvados y bienhechores altruistas. Como táctica de propagación del sectarismo, cada uno moldea a sus adversarios para exacerbar contra ellos el odio y la desconfianza. Monstruos arquetípicos simples de entender contra los que la opinión pública y los ciudadanos de a pie podamos dirigir fácilmente animadversión y miedo. Realpolitik. Detrás de los choques de civilizaciones, de las guerras santas o los conflictos ideológicos o culturales, están los recursos que alimentan los patrones industriales y energéticos de nuestro momento histórico: petróleo, gas y las tierras raras y minerales que necesita la industria tecnológica. También los que a lo largo del tiempo fueron siempre objeto de disputa: agua, recursos agrarios y control de las rutas de transporte y del comercio. Al contrario de lo que puede parecer, la amenaza nuclear ha servido para evitar la explosión de conflictos convencionales a gran escala que hubieran podido activarse con más facilidad de no haber mediado ese peligro. El juego de provocaciones veladas o directas sobre la posibilidad de un conflicto nuclear en numerosas ocasiones se ha puesto sobre la mesa como elemento de contención. Podremos confiar en ese juego de envites hasta que algún líder o gobernanza lo suficientemente desequilibrada imponga y arrastre a la humanidad a su particular visión de la Historia. Cualquiera que fuera la intención, no se puede ignorar que Bauer fue transparente. Habló de guerra a gran escala e incluso le puso plazo. A finales de febrero, la presidenta de la Comisión Europea instó a los socios a un rearme y a un "despertar urgente en materia de defensa”. Pocos días después, el comisario europeo de Industria, Thierry Breton, advirtió que “necesitamos cambiar el paradigma y pasar al modo de economía de guerra”. Pronto repararemos en que dichas inversiones supondrán recortes en los programas y presupuestos de las políticas públicas sociales. La declaración del estado de guerra o de entrar en economía de guerra, permite al Estado varias acciones de control que para cualquiera de los poderes políticos son interesantes en momentos de decadencia y crisis: planificación de la industria y de la economía, confiscación o expropiación de recursos, patrimonio o bienes y censura, control o recorte de libertades y derechos ciudadanos. La intención de infiltrar el concepto de conflicto a gran escala e instalarlo en el imaginario público de occidente es explícita. Sea por motivos electorales o por darle una salida lucrativa como la industria de las armas a una economía débil y maltrecha, será necesario y prudente estar atentos a las próximas consignas, a sus posibles intenciones y a lo que pueden querer decir de forma directa o entrelíneas. La guerra es también el quiebre traumático por el que se transita para sustituir modelos agotados. Nos encontramos en transición hacia la quinta revolución industrial. La presencia de las máquinas y de la inteligencia artificial va a modificar como nunca antes aspectos fundamentales de nuestra organización colectiva. No creo que se trate de la distopía en la que las máquinas y la IA alcanzan la singularidad, nos superan y nos esclavizan o extinguen. Lo que sí puede pensarse como horizonte posible es que su integración a los procesos industriales y de producción y su penetración en todos los órdenes de las dinámicas sociales humanas van a suponer un quiebre radical en aspectos fundamentales que, nos gusten o no, son intrínsecos e inherentes a nuestra civilización. En ese nuevo contexto, conceptos como la finalidad y el significado del trabajo, la propiedad, la gestión del ocio, la distribución de la riqueza, la estructura institucional, la privacidad o la autonomía pueden verse extremadamente modificados y con ellos, la forma en la que vamos a vivir. No tenemos una Palantir para ver si esa transición será gradual o llegará tras eventos traumáticos y disruptivos que ya han sido o están siendo planificados. Además de una piedra de videncia, en el mundo real y contingente, Palantir es una empresa de software y servicios especializada en análisis de big data muy vinculada a agencias de inteligencia y de gobierno. Su director ejecutivo ha dicho públicamente que ”la empresa es responsable de la mayor parte de la focalización de objetivos en Ucrania”. De igual forma, Rusia tendrá sus propios desarrollos. Ucrania está siendo un laboratorio de pruebas para las nuevas tecnologías y la aplicación de la inteligencia artificial a armamento y tácticas de guerra. En la edición del 26 de febrero, la frase Primera Guerra IA titula la portada de la revista Time. Termina marzo con Lituania y Polonia hablando abiertamente de Tercera Guerra Mundial si Rusia vence en Ucrania. Alguna vez le escuché a un historiador decir que en Europa han tenido lugar más de quinientas guerras en los últimos siete siglos. Un cómputo trágico y violento que le confiere al continente un estatus codiciado y preferente en el tablero de Risk. Hace unos días descubrieron que la guerra organizada y prolongada es más antigua de lo que pensábamos. Tal vez tenga sus raíces en aquel primer proto humano que descubrió lo efectivo que era herir o matar a un semejante golpeándolo con una piedra. Quizá confiamos demasiado en la inteligencia y la cultura, pero no debemos olvidar la biología, porque solo teniéndola presente y conociéndola podremos entenderla y controlarla mejor. En este hemisferio los días comienzan a ser más cortos. De algún modo consuela pensar que estamos muy lejos, si es que la lejanía puede ser un seguro físico y emocional en estos escenarios. Mientras espero para cruzar, leo en uno de los pocos diarios libres de suscripción que a partir de los datos de un estudio estadístico realizado en los últimos meses, por primera vez los jóvenes manifiestan sentirse menos felices que las generaciones de más edad que ellos. También llegan al teléfono las primeras notificaciones sobre un terrible y sangriento atentado en Moscú. Sus consecuencias pueden ser graves e impredecibles. En el caos urbano no se observa ninguna anomalía, nada que indique algo fuera de lo común. Nada extraordinario. Pero los datos de esa encuesta y el brutal atentado son ambos muy mala señal. Busco en Google y registro que el 3 de septiembre de 1939, con apenas algunas horas de diferencia, Gran Bretaña y Francia declararon la guerra a Alemania. En la pantalla aparecen recortes como estos entre las imágenes que rescata el buscador: - Ojalá no nos toque leer los mismos titulares en los diarios digitales que seguimos en nuestros teléfonos. Cuando doy el primer paso para atravesar la calle, percibo que la consigna a la que atiendo automáticamente para moverme no parte del semáforo si no de una luz verde rectangular que está a mis pies incrustada en la acera. Las ciudades terminan por no parecerse a sí mismas. Nosotros tampoco.

  • La educación sentimental de la inteligencia artificial

    «SISTEMA EN CAOS & MÁQUINA», DE SILVIA VELOSO, UN ESTUDIO INTERMEDIO EN LA HUMANIZACIÓN DE LA INTELIGENCIA (Veloso, 2003) En la segunda mitad del siglo XX se desarrolla en la literatura en general y, en consecuencia Veloso [2] puede ser catalogado como un poemario de la prehistoria digital, en el ámbito latinoamericano (Veloso 79) Además, desde el punto de vista de la doble interfaz presente en el texto, se planteará que Veloso, Silvia. Sistema en caos & máquina (la educación sentimental de la Inteligencia Artificial).

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